martes, 29 de marzo de 2016

Santi Campos - Con un par (Gónadas)

Por diversas razones he tenido la oportunidad de escuchar varias versiones de algunas de las canciones de este disco. Por eso me quedé estupefacto al escuchar la grabación definitiva. Me costó acostumbrarme y recuperarme. No encontraba el momento de ponerme con ello, me daba miedo estar entre los señalados en "Corazón de cuerda".

Un buen día, al mirar el diseño de la portada lo entendí: Santi Campos ha hecho un disco sentimental (un corazón) pero doloroso (lleno de clavos) y ornado con una banda que no pone INRI sino "cjnes" (Perdón que evite el sustantivo, pero es para saltarme la censura que al parecer "haila"). Un disco casi religioso.

Ese anagrama (sentido, dolor y gónadas) define perfectamente esta obra. Trascendental e incómoda porque irrita que te digan la verdad. Santi sale, se pone la corona de espinas, se fustiga, se crucifica y al final resucita (resumen simple de su disco)

El Sr. Campos es un rebelde, insiste en no seguir la línea recta,  se empeña en seguir planos inclinados, retorcidos, incluso espirales. No se conforma con ser músico de culto, más bien se la trae floja y por eso nos presenta a un artista nuevo en lo musical pero con unas letras brutales, directas, no hacen falta estudios para entenderlas. Ni figuras literarias, ni metáforas. Santi está hasta las criadillas y por eso su disco se titula como los dídimos (con perdón).

En esta obra se nota que las canciones están escritas por necesidad, no por rutina, compuestas para abrir la válvula de presión sentimental no para comerse el interior de la olla. Santi hace lo que tiene que hacer un artista: comunicar por ansiedad, contar historias y enseñar puntos de vista, desprenderse de la necesidad de ser famoso o reconocido, de subirse a un estrado y pontificar. Solo dice lo que siente y lo que ve. No quiere culto pero, al mismo tiempo, nos vemos obligados a rendirle pleitesía. Su escucha es como sentarse en un colchón de púas, al principio duele pero luego te acostumbras y te regocijas con el masaje.

La cara A (me encanta describirlo como un vinilo) se inicia con "Flora y fauno".  Algo oriental en la obertura y luego acompañada de ritmo de fusileria, de rayos, incómoda, densa, con trama, pero esa letra solo podría acompañarse de música que invita poco al sofá. No necesita ningún vídeo para explicar lo que significa.

"Lento" parece bailable, las guitarras apuntan excelentes maneras, pero te deja planchado. Me costó porque la conocía en acústico y me encantaba. Para un momento la música para que te aprendas bien la letra antes de bailar afecto de un incontrolable síndrome extrapiramidal. Parece la continuación de la anterior. Primero la pareja ahora solo el hombre.

Y ahora va una advertencia ("Fotos de familia"), una arenga ("No vayas a pensar que en la vida todo es fiesta") que me recuerda a Golpes Bajos en la letra y un poco en la música a medida que avanza. Incluso la he imaginado en la voz de Coppini. Está claro que todo el monte no es orégano. "Y los niños te mirán como si jamás hubieras sido un chaval".

Seguimos con ritmo de nana eléctrica "Corazón de cuerda". Ahora sí que es una proclama ("Voy a cambiar, voy a empezar a hacer el mal y golpear antes de hablar"), un intento de romper la baraja y de ser engorroso. Teclados sinfónicos de fondo tipo Wakeman o Banks y redobles de tambores. Avisa que ese cambio no es un capricho, que es producto del análisis y de la investigación. Conclusión: Estoy hasta las bolas.

"Fuego" cierra la primera cara. Se inicia solo con piano para hacerte centrar en la letra y la voz. Aquí ya se ha reunido con otros penados. Ha pasado de la pareja al individuo y luego al grupo. Se unen todos los instrumentos  y el plural de la canción se aumenta en los coros y teclados etéreos hasta un final casi abrupto. Un abrochado excelente para el primer acto.

Nuevamente una historia de pareja da inicio a la segunda cara, "Aire y plomo". En el más puro estilo acuñado en otras grabaciones de Santi Campos. La más pop del disco con su estribillo algo pegadizo y todo. Retoma el estilo de historia de pares de "Flora y fauno".

"Gigantes" insiste en la lentitud ("Sabes que yo soy lento"), diríase que es una alabanza a todos esos pequeños y anónimos peleadores de la vida que desconocen sus verdaderas dimensiones. Quiere ser pequeña pero se agranda a medida que crece. Van dos en el espejo de la primera cara.

La tercera "Arco de Triunfo" es casi acústica con fondos de efectos, como de ruido de fondo para una conversación, parece grabada en la calle. Sube algo la intensidad dirigiéndose a la culminación y ese fondo se llena con más ruidos e instrumentos.

"Hasta que sangre" parece embarullada por sus percusiones y ruidos burbujeantes. Te lo dice claro poco a poco hasta que llegan las distorsiones tipo Hammill o Van der Graaf. "Aprendete esto hasta que sangre la letra" ¿o es que todavía no te has enterado? Sin epítetos me quedo para calificarla.

"Solo quiero Yo quiero" es la más inocente y también la bellísima puerta de salida del disco a la esperanza, a ese amor que siempre nos salva y también, porqué no, bastante egoísta desde el título a la culminación. Pero si lo pienso bien, yo también quiero lo mismo que él ("Que me quieran más que nadie y mucho mejor y que el que siempre elija sea yo"). Yo sólo quiero que la vuelvas a cantar.


Que me perdonen los puristas (y Santi también) pero ponemos este disco en la nueva ola madrileña y hoy es adorado como si el dios Baal lo hubiera grabado.


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