jueves, 27 de febrero de 2014

Chris Isaak - Alojamiento reservado en el Hotel de la tristeza.

Si me guiara sólo por las fotos y por la lectura de su biografía, seguramente tendría que tenerle manía. El tio es francamente guapo, exhibe pose de modelo descerebrado, seguro que las tiene locas a montones. Para postre sale en películas, tanto él como sus canciones, alguna hasta se ha reproducido en demasía. ¡Excesivo para mí! Me corroe la envidia. Suficiente para sentenciarlo al Calvario. ¿Os podéis creer que alguien le pueda tener manía a canciones como "Wicked game" o "Imagine"? ¡Ese soy yo!... Bueno, les tengo manía cuando la gente las cita o las tararea, pero si las oigo en el momento adecuado me deshago como cualquier otro mortal. Es probable que mi amigo Benigno tenga más empaque en estas situaciones. Yo no puedo, según como voy y hasta lloro.

Y eso es lo que me pasa con Chris Isaak, no soporto su book de fotos, pero cuando se pone a cantar me olvido de todo. Su voz tiene empaque, convence, suena a verdad que no se come un rosco o si se lo come es con la que se pone a tiro que no siempre es la correcta o la deseada. Que aunque es guapo sufre como el resto de los de a pie. Consuela mucho que también lo pasen mal los más agraciados.

De hecho estoy completamente seguro que estos prejuicios mios son comunes a críticos musicales más expertos y profesionales. Por eso, yo diría que este cantante no tiene el reconocimiento que se merece. ¿Os habéis fijado? Esto sí que es discriminación en razón al sexo. Una cantante guapa triunfa fácil entre los críticos a la que tiene una mínima calidad. Nadie duda de ella en función de su belleza, sólo tiene que demostrar habilidad vocal. Pero si eres hombre lo tienes claro. Los críticos, casi todos del mismo género, te miran de reojo, te lo miden todo, les fastidia enormemente que el público femenino se lance como loco a por los discos, que memorice y tararee las canciones en los conciertos (A mí me toca especialmente las gónadas), se ven henchidos de envidia, miden con pie de rey. En definitiva, tienes que ser muy bueno para ser cantante guapo y tener buenas críticas.

Pero ahí están los hechos y este disco los contiene todos. Confirma lo apuntado en "Silvertone"(su primer disco, que pasó desapercibido en España o que incluso no se editó hasta más tarde), que el Sr. Isaak es un cantante como la copa de un pino, que cuando se pone con ello lo hace con tino, con partitura, letras y solfeo.

Y es que el disco e toda una lección de rock and roll que podría firmar tranquilamente alguno de los clásicos. Él se propone demostrar que hay algo más allá, que está por sus méritos artísticos, y lo consigue.  Y si no aquí está la primera canción: "You owe me some kind of love", una muestra de rock fronterizo en la que brillan especialmente las guitarras (como en todo el disco) de James Calvin Ilsey (gran guitarrista semidesconocido para el gran público) que funcionan como auténticas descargas entre electrodos. Y que bien recita Isaak lo de "I, I, I...". La llega a cantar Roy Orbison y los críticos se ponen de rodillas. ¡Claro, Orbison es feo!


Pero una buena canción la hace cualquiera. Hay que confirmarlo y "Heart full of soul" es a la vez comunión y confirmación. Isaak recibe ya mis bendiciones y sacramentos. Se atreve con una versión de nada más y nada menos que los Yardbirds. ¿Cómo se te queda el cuerpo? Un clásico de los 60 actualizado, incluso mejor cantado. ¿Y las guitarras? Sencillamente suenan a adultas frente a las casi infantiles de los "pollos". Suena a película buena del oeste americano.
Y ahora está tan seguro de si mismo que se transmuta en Elvis. Se pone el traje de lentejuelas y lanza un reto al "rey" ya ausente. Estoy seguro que se muere de envidia por no haberle dado la réplica y haber hecho su versión de "Blue Hotel". Un establecimiento lleno de habitaciones y sueños solitarios. ¡Que cantidad de horas hemos pasado en ellas! Yo a estas alturas hace rato que me he olvidado de que el tio es guapo. Ya podemos salir a emborracharnos. Es otro panoli al que ellas ponen boca abajo. El acelerón guitarrero final es una muestra de ello.


"Lie to me" es, en mi opinión, una de las cumbres del disco. La voz encuentra su dimensión perfecta en este medio tiempo, la guitarra solista vibra entre los cabellos, los eriza como alambres espinosos, aparece un suave saxo de fondo. Ahora ya ha alcanzado la categoría de clásico, como mínimo, le permito una foto con toga de catedrático.

"Fade away" no es mi favorita pero baja muy poco el listón.
La primera de la cara "B" es "This love will last" una que abunda en los mismos argumentos ya presentados previamente. Se mantiene en unos parámetros excelentes.
"You took my heart". Rockera, acelerada, clásica.
"Cryin" Un poco estancado en el mismo estilo aunque en un buen nivel.
"Lover's game" un temazo de esos escondidos en el mazo de la baraja. No tiene fama pero como lo pongas dos veces puedes quedar atrapado.

Y el disco se cierra con otra inolvidable: "Waiting for the rain to fall". No sé porqué pero al oírla pienso siempre en JJ Cale. ¿Será por esa guitarra perezosa?

Un disco notable, sobresaliente en muchos casos, pelín irregular en la segunda cara, pero merecedor de versiones porque está repleto de clásicos. Se editó en 1987 o sea que es un auténtico "Gran Reserva". A disfrutarlo.

domingo, 16 de febrero de 2014

Estrofa, puente, estribillo... CODA



Cuando era pequeño... (Cada vez me gusta más empezar mis frases con esto.) Cuando era pequeño... y mi hermano compró In the court of the Crimson King, recuerdo la sorpresa, casi el miedo, que me provocó el final de la canción homónima, que parecía que ya había acabado pero no, porque se producía un break de batería que proponía una reexposición instrumental. Debo reconocer que desde entonces busco el efecto que aquello me produjo: un camino que tiene sus recovecos, y un desvío final que lleva hacia donde nunca hubiéramos imaginado.

Por supuesto, eso significa que siempre me han parecido estimables los compositores que usan algo más que estrofas y estribillo. El puente ya me parece casi imprescindible. Y no digamos si hace canciones en donde no se distingue bien entre ninguna de las partes, entonces ya me parece un artista del copón. Je, je.

El caso es que hay finales de canciones que adquieren un valor por sí mismos. Codas que se alargan y nos parece que redimen la canción, que ya era buena, y la catapultan a una excelencia imprescindible. 

¿Son dos canciones distintas? A veces ocurre, pero el artista decide que se unan y parezcan una sola. ¿Es un final más feliz de lo habitual? No suele ocurrir. Habitualmente, se trata de una coda elegíaca, pero hay excepciones. ¿Se podría alargar hasta el infinito y demostraría nuestro afán de trascendencia? Eso pasa en Sea song, de Robert Wyatt. ¿Es una manera simple de pegar un trozo para acabar de cualquier manera? Hombre, no. Imposible. Porque eso estropearía la canción. Y no es caso de ninguna de estas.

Ni que decir tiene que hay que disfrutarlas hasta el final.

 Joni Mitchell - Chinese Cafe/Unchained melody
Iván Ferreiro - El bosón de Higgs  
 Fairport Convention - To Althea from prison  
 Gemma Hayes - I wanna stay  
 Ryan Adams - The shadowlands  
 Nick Cave - Lucy
   
 David Sylvian - Brilliant trees

domingo, 9 de febrero de 2014

Diesel Park West - Todos los mitos en domingo

Llevaba tiempo rondado por mi cabeza el primer trabajo de estos ingleses de Leicester. Un grupo que si mientras están sonando te dicen que son americanos te lo crees tranquilamente. En muchas de sus canciones afloran influencias de grupos estadounidenses de finales de los sesenta y sententa. Aunque seguramente les pesó en su carrera en demasía el éxito de los U2 y algunos parelelismos que aparecen en sus temas más conocidos de esta época. Yo diría que no es culpa de ellos sino de unos productores que querían garantizarse el éxito.

Lo mejor de ellos es que han  resistido el paso de los años de forma impecable y si sus discos fueran editados hoy en día seguramente serían adscritos a alguno de esos estilos que nos quieren vender como modernos o de actualidad rabiosa. Quizá algunos los etiquetarían como "Power pop". Yo no sé porque no entiendo de etiquetas y sólo sé decir si me gustan o no, y estos me gustan y mucho. Tienen al menos tres discos muy respetables, repletos de rock, algo de épica, guitarrazos potentes y sobre todo una gran voz como cabecera.

Este es su primer disco pero, pese a ello, no se trataba de unos novatos, llevaban años en el negocio, rondando en circuitos parelelos y con otros nombres. Y eso se nota porque es una grabación bastante madura para tratarse de unos debutantes. El disco es muy compacto, para escucharlo completo, sin apenas grietas donde agarrarse para criticarlo.

La primera cara del disco está ocupada por cinco canciones cuya calidad va en un claro "crescendo", empieza con una canción notable y se acerca a la matrícula cuando la aguja queda flotando en el último surco invitando a retroceder o a dar la vuelta. Sino vean la muestra.
"Like princess do" se inicia pisando a fondo, el típico hit comercial que abre un álbum, buscando llamar la atención, soltando guitarrazos a diestro y siniestro. Reconozco que el aluvión de noticias sobre princesas y declaraciones me ha hecho pensar hoy en ella.

Para postre, hoy es domingo y que mejor canción que ésta para celebrarlo. "All the myths on sunday". Si la primera te ha puesto tieso el oído, la segunda pone cachondo. ¿Van a ser capaces de mantener el nivel rítmico en el resto?

Pues sí, porque la tercera empieza a dar ya la verdadera dimensión del grupo o por lo menos de este disco. Porque "Bell of hope" empieza a parecer un punto culminante, no han hecho más que mejorar en cada una de las canciones. Ahora ya van a la epopeya desde los tarareos y coros iniciales. La voz de Butler luce de lleno al disminuir un poco los decibelios y la velocidad.

En "Out of nowhere" queda claro que estamos ante un gran disco de un muy buen grupo. No se pueden hacer cuatro buenas seguidas por casualidad.
No hay quinto malo dicen los taurinos y "The Waking hour" es el compendio de todo lo que pueden hacer de bueno estos chicos. Quizás la mejor del disco.
"When the Hoodoo comes" probablemente es la culpable de las comparaciones de los "Diesel Park West" con los U2. Podría estar en cualquier disco de los irlandeses, la culpa del parecido es ese guitarreo tan cercano al de The Edge que la marca como un sello. Y me pregunto yo ¿Es eso malo? Yo diría que no porque lo hacen redondo, casi perfecto. Una canción excelente, imposible hincarle el cuchillo para destriparla.

Le sigue "Opportunity crazy", esta sí, nada que ver con Bono y los suyos, van siete canciones y ninguna de perfil bajo. Dan ganas de verlos en directo.
Y aquí los tenemos con otro de los puntos álgidos del disco "Here I Stand". Por si había dudas en cuanto a su personalidad y potencia lo pongo en directo donde luce impresionante el vozarrón del cantante.


 Unos arreglos algo más preciosistas, menos rockeros, incluso de cuerdas aparecen en "Jackie is still sad" que recuerda por momentos a los "Dexy's midnight runners".  Otro buen tema.

Como siempre las mejores canciones están al principio o al final y "A house divided" es uno de las mejores. Una canción rota por la potencia con la que la desarrollan, por las ganas que tienen de seguir cantando. Presentada para que grites pidiendo el bis, la repetición que no puede tener lugar en casa salvo que tengas el gesto de levantarte y mover el vinilo o deslizar el brazo del que pende la aguja. Perfecta para el directo, para el salto y el grito.

Otro de esos discos olvidados que de vez en cuando merece la pena recordar y este domingo entre princesas y mitos era un día ideal para ello. No olvidéis que hay que oírlo entero. No se vale picotear ni la reproducción aleatoria. Me lo disfruten.

sábado, 1 de febrero de 2014

Eyeless in Gaza. Fotografías sin maquillaje de 1981




Hay un tiempo en que surgen movimientos creativos. No creo que haya nadie que viviera el final de los setenta y el principio de los ochenta que no se diera cuenta (supongo que cada edad tiene su mito, pero..., mmm...). El punk dio un espacio de libertad muy importante, en que lo de menos era integrarse en el mercado. Quien diga que los ochenta suenan caducos es porque nunca se ha zambullido en un río. En el terreno de la lírica punk y el tecno había terroristas como Cabaret Voltaire y poetas cabreados como Eyeless in Gaza. Os puedo asegurar que estos dos tipos: Martyn Bates y Pete Becker eran una máquina de crear un clima electrizante. Los vi dos veces en Barcelona, en el Zeleste antiguo, y sobre todo el primer concierto dejó a la gente con la boca abierta (4/11/1984 y 11/4/1985). «Good evening, we are Eyeless in Gaza» y explotó la bomba. El cantante pide ayuda a gritos, los espacios electrónicos varían entre la melodía y el ritmo. Las canciones escupen mensajes desesperados. Y claro, eso a cierta edad y con la frescura impresionante de algo que jamás se había oído, entre Krafwerk y Peter Hammill, me dejó patidifuso. Yo iba con el disco bien aprendido, de un cassette grabado, y me lo pasé en grande. Eran los tiempos en los que comprabas recopilatorios como Pillows ans Prayers o Perspectives in Distortion y te enterabas de que la imaginación campaba con la buena música, y en los que, si Robert Wyatt grababa con Ben Watt y David Sylvian con Robert Fripp, no había razones para sospechar. Eran tiempos en que grupos como Eyeless in Gaza primero sacaban cassettes experimentales, publicaban un single, y entonces les fichaban. El primer disco de Eyeless in Gaza, Photographs as memories (1981), era para gente con ganas de escuchar una vanguardia con cierta vocación romántica. Los sintetizadores y la guitarra rítmica son la base del sonido, junto con la caja de ritmos. Hoy en día, no sé a quién puede estar dirigido (es material que se resiste a ser digerido). En mi caso, la cinta perdió fidelidad a fuerza de escuchas. Pero yo, el disco que siempre tuve de Eyeless in Gaza (en plástico, quiero decir) fue Caught in flux (del mismo 1981).



Es una especie de doble disco: elepé + epé. Portada hermosa, extraña, que se aleja completamente de los sonidos industriales y urbanos que supone su música, y que precisamente hacía que uno se preguntara si no había que ir un poco más allá, hacia el terreno de los sueños. Dentro, las fundas de papel también tienen fotos en blanco y negro: un niño pedaleando metido en medio metro de agua, ballenas en la superficie, un atardecer al borde del mar, más gente pedaleando en las calles inundadas.



Y no hay duda. Cualquiera que escuche «Sixth sense» lo comprende. Había que ir más allá. (¡Y si hubiera entendido la mitad de lo que dicen, no tengo duda de que me habría hecho un creyente absoluto!) Probablemente este segundo disco me gustaba incluso más.


En fin, espero que alguien los descubra. Cuantos más discos y más años, más «pop» se hicieron, más dulces (pero creo que no precisamente peores, con sus altos y sus bajos). A mí me gustó mucho también Rust Red September, de 1983. Luego les perdí la pista. Hoy, sábado lluvioso, melancólico y dulce como aquellos años (sólo falta la mala leche), me ha gustado recuperarlos.