jueves, 25 de diciembre de 2014

Nick Cave y sus Malas Semillas. Qué necesario




¿Qué le lleva a uno a querer escuchar a Nick Cave y a las Malas Semillas? La mala baba, sin duda alguna. Y el magnetismo que alberga la desesperanza y el dolor. 

Bueno, bueno, no nos pongamos así. 

Creo recordar que la primera vez fue en La Edad de Oro. Era la época en que comenzaba con los Bad Seeds (Barry Adamson, amigos, el de Magazine. Ni idea, entonces, de quiénes eran los demás.) Y creo que fue el verlo en directo lo que me enganchó a aquella convulsión punk de blues arrastrado. «Well of misery» me dejó roto. 

      

Es posible que luego no le hiciera caso en años. No sé si lo que luego ocurrió fue que en 1988, en la mili, mi amigo Bruno me habló de Birthday Party. El caso es que mi primer disco de Cave fue The firstborn is dead. Una cosa viscosa, violenta y volcánica, que podría hacer que resucitara el mismísimo Elvis Presley (seguramente, de mal humor). Sé que no es una delicia, sino un licor amargo. Bien, en mi opinión, nada humilde, nadie que no sepa soportar hasta cierto punto este tipo de arte conoce en verdad las múltiples aristas de la belleza.

   

Y ahora viene lo increíble. Pasan los años. Claro, el tipo, es decir, Nick Cave, probablemente ya se ha drogado suficientemente, se ha enamorado y roto unas cuantas veces, se ha mirado en el espejo, y resulta que los cabellos se han ido inclinando hacia el suelo, fláccidos, y encima tiene cada vez menos. 

Resultado: Se vuelve cristiano, o algo parecido, escribe novelas sobre asnos y ángeles, se atreve con el portugués. The good son fue mi segundo vinilo (pero para entonces ya tenía unos cuantos cassettes grabados). Pianos, melodías que no se avergüenzan de ser bonitas. ¿Qué ha ocurrido? La violencia se trasviste de hermosura. ¿Qué pasa, que sólo Tom Waits puede hacer estas baladas sin que le acusen de blando? (Creo recordar que fue la época en que lo vi en directo en el nuevo Zeleste, ahora Razzmatazz, en Barcelona, seguramente en 1993. ¿Por qué soy tan poco fetichista? ¿Dónde está la entrada?).

   

Y eso se hace ya sangrante en The boatman's call. Mucho cuidado con este disco. A mí me convenció de que Cave se merecía atención por muchos más lados que por venir del punk. Y eso ya en la era de los cedés.

 

¿Y el doble Abattoir blues/The lyre of Orpheus? Impresionante. Sólo hace falta ver los conciertos del Abattoir blues tour (maravillosa edición por cuatro duros que me compré, dos deuvedés y dos cedés).

   

Incontestable. Esa energía. Brrrrrr. El grupazo que lleva desde el principio (permitiéndose dejar marchar a Barry Adamson para fichar a Martyn P. Casey, de los Triffids; permitiéndose la ausencia de Blixa Bargeld, pero acogiendo a Warren Ellis, de los Blackeyed Susans; permitiéndose no ser el próximo muerto en el vicioso martirio de la música pop). 

Es un grande. No hay ninguna duda.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Crosby, Still, Nash and Young - Por la calle de cuatro carriles

El aplauso es estruendoso, acaban de terminar los apenas treinta segundos de "Sweet Judy Blue Eyes" que abren el disco y le dan la bienvenida nada menos que a Neil Young con "On The Way Home" y no ha pasado ni un minuto y ya sabes que estás ante una obra maestra, porque entran los coros junto con las guitarras acústicas y te tiemblan las rodillas cuando dicen "Because I love you (I love you, I do) Can you feel it now?" y se enredan con punteos de guitarras para entretenerse, como pensando en como seguirán con la letra y no lo pueden decir nuevamente más claro cuando repiten insistentemente "Te quiero".

De nuevo los aplausos del público se desbordan y  parece como si ese fuera el orden del "setlist" del concierto y Graham Nash dice "This is from my second album" y predica como si fuera un sacerdote sobre el trato a dispensar a los niños. Y se marca un clásico por todo lo alto con "Teach your chlidren" y los que hacen los coros los recitan como si fuera flamenco de ese que eriza los vellos.

Siguen con una breve introducción y ahora es David Crosby el que se arranca con "Triad". La cosa más parece una "jam session" en casa de unos músicos que un concierto, sólo los masivos aplausos dicen lo contrario, charlan como si se contaran cosas íntimas de las canciones. La interpretación es tan sentida que parece que compitan uno con otro. De hecho lo hacen y por eso el disco es tan magnificente y por eso se pelearon tanto. Cada canción pretende superar a la anterior. Los que corean lo hacen con admiración y envidia y esperando su turno. En realidad no cantan para el público sino para ellos mismos.

David Crosby no cede el micrófono y enlaza con "The Lee Shore" una emocionante canción con esa metáfora sobre la vida y la navegación solitaria. Al fin y al cabo sólo somos barcos a la deriva.

Y ahora viene una reivindicativa: "Chicago". Nuevamente en la voz de Graham Nash. Clamando ahora al unísono para cambiar el mundo. Como hemos querido o soñado todos cambiarlo hasta que nos hemos desengañado. Hasta que nos hemos dado cuenta de que es el mundo el que nos cambia a nosotros sin remedio, ese día en que decidimos bajar al fin los brazos y entregarnos avergonzados.

Se inicia la cara B de este primer disco totalmente acústico con bromas y amagos en "Right between the eyes". Graham Nash de nuevo al mando, casi en solitario, solo con unos suaves tarareos de fondo.  Parece que esta canción es un intermedio, están descansando moviendo suavemente las cabezas mientras va sonando el tema.

Recuperan el pulso de inmediato con la re-entrada de Neil Young en escena con una arrebatadora versión de "Cowgirl in the sun", la guitarra incial es casi trágica, y cuando entra la voz los aplausos la interrumpen porque saben que vuelve el nivel más alto. Inicialmente sus compañeros callan, ahora sobrecogidos por la potencia que envuelve toda la interpretación cuyos versos van "in crescendo" hasta el lamento final.

Young se niega a abandonar el escenario y enlaza con "Don't let it bring you down", quizás para recomponerse de haberse desmembrado en la anterior. Sigue utilizando ese falsete tan característico y que ha influido tanto en el de algunos músicos actuales.

Al fin le dejan un hueco a Stephen Stills, arrinconado desde el primer tema, casi le piden perdón cuando lo presentan. Él se lo toma tan en serio que se marca un "medley" de tres canciones. Su arranque vocal acompañado por el piano es supremo, gira levemente el timón del estilo que parecía un poco anclado. Acelera al público haciéndoles aplaudir con denuedo, le da un toque casi de coro de iglesia. Da un auténtico mitin político/religioso.

El público se vuelve loco y él insiste con otra canción que anuncia un intermedio. "Love the one you need" reúne de nuevo las voces de todos en la interpretación de un clásico que perdurará cuando a ellos ya los hayan olvidado.

El intermedio sirve para que ahora vuelvan con todo electrificado. Por si alguien había gritado "marcha" en el anterior apartado. Abre Graham Nash (el menos eléctrico de todos) con "Pre-Road Downs". Corta pero efectiva como precalentamiento. Claramente pop.

Las canciones cada vez se van alargando más, David Crosby se encarga del espectacular de "Long Time Gone" en una onda claramente de "southern rock", ese mezcla de country, rock y blues hecha por blancos. Por momentos parecen los Allman Brothers. Trallazos guitarreros incluidos.

Todo ello no son más que preparativos para el más potente de todos ellos en esta vertiente. Neil Young interviene por todo lo alto con "Southern man", para mí el momento cumbre del concierto, con esas guitarras que van cogiendo carrerilla a medida que avanza el tema, que te teletransportan y te elevan, que obligan a cerrar los ojos para no quedarse cegado. Estas tres canciones completan la tercera cara, pero son suficientes.

El colofón final viene en la cuarta cara, con una del "tito Neil" y dos de Stephen Stills, los más rockeros del grupo de largo. "Ohio" una corta de Young para que no se enfade el resto y "Carry on" y "Find the cost of freedom" (acústica y cantada "a capella") de Stills cierran definitivamente y de un modo espectacular un álbum sencillamente histórico, que todo el mundo debería tener en su discoteca personal y seguir oyendo de vez en cuando.

Yo lo compré cuando apenas tenía 16 años y hoy al re-escucharlo he comprobado como sigue golpeando bien alto. Os lo dejo en la versión entera, "bonus tracks" incluidos. A disfrutarlo y no os olvidéis de seguir pregonando a los cuatro vientos que estos músicos que viajaban por cuatro carriles separados y que se peleaban en los vestuarios, dan aquí toda una lección que merecería ser interpretada en los grandes teatros como mínimo una vez al año.