domingo, 28 de julio de 2013

J. J. Cale. Elogio de la pereza..., naturalmente



Bueno, señores, se ha muerto un tipo entrañable. Y no me importa escribir sobre él porque no es una celebridad que alabar, sino un músico al que conocía antes de haberle escuchado. Es algo así como un familiar al que se tiene en gran estima pero siempre se le tiene lejos.

Cuando era un chaval, en casa recibimos, de alguna forma, algún catálogo de venta de discos por correo, algo así como Discoplay o Discos del Sur (estoy hablando de los últimos 70, primeros 80). En aquel catálogo yo miraba las portadas de los discos imaginando la música que contenían. Recuerdo el Live de Robin Trower, uno de Uriah Heep, creo que el Sunburt Finish de Be Bop de Duxe y, entre otros, el Okie de J. J. Cale. También recuerdo que mi hermano me había dicho que ese músico era digno de atención y que el Five era mi referencia, como si ese disco tuviera la clave de algo (sin haberlo escuchado, aunque luego fue, de hecho, el primero que pude catar: en la radio sonó alguna vez «Friday» y «Don't cry sister»).

Más tarde, vino la fiebre «Cocaine», y se supo enseguida que la composición era de Cale (no sé por qué, pero imagino a Clapton confesándolo a la primera ocasión, con la intención de sacarlo del anonimato). En mi calle, donde todos eran jevis menos yo, algo nos volvió a unir (tampoco sé por qué, pero con ZZ Top también nos poníamos de acuerdo).

Creo que la imagen de J. J. Cale era mitad querida y mitad imaginada por los periodistas. En las revistas de la época, Vibraciones, Rock espezial, se le describía como un tipo sentado en el porche de su casita de película gringa, tocando la guitarra y fumando al atardecer, grabando discos cada muchos años; luego, en el documental de más abajo se ve que no era toda la verdad.



Pero ni aún entonces escuché a este hombre con la profundidad que merecía (en fin, creo que por casa había pasado algún disco cedido, el Five, quizá) y no ocurriría hasta finales de los 80 y principios de los 90 el encuentro final, cuando me empecé a comprar discos con mi propio dinero. Y me fui derecho al Five y luego al Naturally. Amigos, es a estos dos a los que les tengo cariño. Internet y la piratería me han permitido acceder a toda su obra, que he ido escuchando, sobre todo en épocas monotemáticas en que me angustiaba no dominar la obra completa del hombre de Oklahoma. Pero estos dos son los discos.

De 1965 es su primer single a nombre de J. J. Cale. Creo que en «Dick Tracy» ya está prácticamente todo su genio (ver http://www.jjcale.net/samples.php para escuchar sus primeras grabaciones de los años 50 y sesenta, música rockandroll, surf, psicodélica...), la voz, el tratamiento de las guitarras, el sabor a viejo... (¡y eso que tenía 27 años!). Atención, en 1966, graba «After Midnight», la que luego popularizaría Eric Clapton. ¡Y hasta parece acelerada! En fin, la juventud traicionera. Se nota, sin embargo, ahora sí, que ya es un músico maduro y con las ideas que luego desarrollaría sin prisas y con la suerte de poder cobrar derechos de sus canciones (no por sus propios discos, sino por las versiones de los demás: Eric Clapton, Lynyrd Skynyrd...). Sin embargo, aún estaba lejos de disfrutar de esa condición de músico venerado pero poco conocido. Sacaría diversos singles, un elepé en la onda psicodélica de The Byrds... Hasta que entre 1970 y 1971 grabó Naturally, gracias a la relevancia que le había dado que Eric Clapton tuviera un éxito con una de sus canciones (y antes de que Clapton tuviera otro éxito, esta vez MASIVO, con «Cocaine», lo cual, supongo, ya le daba para vivir). 

No hace falta individualizar las canciones. Todas son buenas. Además, a este perezoso (ya pasado a mejor vida) se le debe la pereza de no buscarlas todas en youtube, así que pongo los discos completos. Por otro lado, son canciones y discos más bien breves, poco pesados, muy finos, como una esencia perfumada..., ah, no puedo evitar la indicación de que la quinta canción de Naturally es inmensa, eterna, hermosísima. «Magnolia».
 Y aquí el Five, el disco en el que ya está su compañera de toda la vida: Christine Lakeland, guitarrista, cantante, pareja. Me gusta la manera en que se la ve en el documental que viene luego.
 
 De obligada antención, el documental y concierto de un viejo artista que ha comprendido su condición de ser humano y músico. Yo lo tengo en dvd y en verdad que es recomendable.
 Otro imperdible son sus sesiones de 1979 en los Estudios Paradise de Leon Russell. También lo recomiendo con conocimiento de causa.

Bueno, amigos, yo me quedo tranquilito, tomando una birra helada (Cruzcampo Gran Reserva) y con una reproducción aleatoria de varios discos de J. J. Cale. Después de comer, haré una siesta, y creo que al despertar, aún con legañas, revisaré el dvd To Tulsa and Back. Es domingo, la tarde será larga y calurosa, y el amigo Cale, John Weldon Cale, arrastrando los pies desde el Paraíso, arrastrando la voz, me ayudará a soportarla.

sábado, 27 de julio de 2013

The National - Los problemas siempre acaban encontrándote

Lo mío con este grupo es devoción. Son muy conocidos, llenan estadios, pero el pueblo llano todavía es ajeno a ello. Así que los sibaritas como yo nos dedicábamos a disfrutarlos en secreto, mientras otros se conformaban con productos que son sólo sucedáneos. Mientras yo con mirada torva pensaba: yo no los comparto.
Así ha pasado lo que tenía que pasar. Sacan un nuevo disco y se ven envueltos en la polémica. Algunos los suben a los cielos, otros se decepcionan porque ven más de lo mismo, nada nuevo, tienen la sensación de que han tirado por lo comercial, que ahora volverán loco al mundo entero.

Yo diría que les pasa como cuando nos enamoramos platónicamente de una chiquilla que no aparenta muy guapa y lo llevamos en secreto, sólo nosotros nos damos cuenta de su perfección, de su hermosura contenida. Hasta que un día eclosiona, se arregla un poco y se hace tan evidente su belleza que vuelve loco al mundo entero. Entonces se sube a la parra, se contorsiona para que la vean mejor, pasea de unos brazos a otros.  Se aprovecha, pasa a ser de dominio público ese secreto que guardábamos sólo para nosotros... Deja de gustarnos, disimulamos, hacemos como que nos repugna, que nunca nos ha gustado... En realidad es envidia de avaro... Sólo la queremos para nosotros.

Yo diría que es lo que le pasa a algunos con este disco. Yo también he sido víctima de ello. La primera vez que lo oí tuve una decepción. Las canciones eran preciosas, pero me parecían faltas de la energía desbordante de otras grabaciones, enfocadas al agrado generalizado, de diseño.

Guardé el disco en casa, escondido, como esa foto de ella que todos guardamos entre las páginas de un libro que nunca abrimos y que un buen día se cae al suelo con el paso de los años y el corazón nos da un vuelco. Hasta que me topé con un concierto acústico suyo y sonó "This is the last time" de entrada. Me dí cuenta entonces de mi egoísmo, lo que pasaba es que los quería para mí solo. He decidido rectificar. El disco es extraordinario, a un nivel inusitado. He empezado a regalar copias a los amigos a vanagloriarme por ello. Me siento mejor siendo generoso en lugar de avaro.

He comprado dos entradas para su único concierto sin tener acompañante y lo espero con el reclinatorio al lado. Sólo sé una cosa: "Esto no es rock and roll, pero me gusta". O sea que, a disfrutarlo y a compartirlo. Por cierto, me encanta la portada. La mejor de largo de ellos.

viernes, 19 de julio de 2013

Steely Dan. Aja...Eiya... Ah, Ella




¿Por qué Ella? En fin, porque fue lo que pegó en la radio; porque es lo que procede de la infancia; porque, estando al borde de lo pasteloso, se salva y alcanza la beatitud. A lo mejor le tengo más ley a Countdown to ecstasy o a The Royal Scam, pero Ella me gana en el corazón. Aja es El disco de Steeley Dan.

En aquellos tiempos, cuando hacia las 10 me tocaba hacer las camas y tenía todo el día puesta la FM; en aquellos tiempos sonaba «Do it again». Pero eran los mismos tiempos en que sonaba la banda sonora de una película, «FM», y el consiguiente single de Steely Dan, porque en los años 70 se mezcló todo en mi cabeza: lo que provenía de los años 50 y 60, lo que era más reciente pero jamás había escuchado (y en España, además, se editaba como novedad) y las novedades estrictas. Después, cuando me enteré de que «Do it again» era del primer disco, me quedé de piedra.

En 1977 yo tenía 12 años. Y llegó ¡el punk! Pero ahí también estaban The Eagles y Fleetwood Mac, que creaban las obras más comerciales y de mayor calidad posible dentro del rock (rollo californiano) y de las posibilidades de los estudios de grabación. ¿Por qué no me iban a gustar los Steely Dan? ¿Por qué no me iba a gustar Aja?

Su estilo es una fusión rara. Esta es la primera razón por la que es un grupo de «éxito», pero me atrevería a decir que de un éxito muy limitado. Hacen una especie de jazz-pop de salón. Supongo que eso molesta a ciertas personas, pero a mí (que ahora mismo estoy saltando interiormente de gusto mientras suenan Ilegales en el artículo de mi hermano) no me importa que un dúo neoyorkino de niños introvertidos, amantes de la música y un poco listillos se monten un grupo en Los Angeles y parezcan unos macarrillas. No me importa que tengan como objetivo la perfección, ni que dejen de hacer directos para centrarse en publicar discos calculados en el estudio (y que echen a los del grupo y se conviertan en dúo con músicos contratados. En Aja sólo quedaba Denny Dias del grupo original, y solo toca a veces).

A ver, hagamos un símil de funámbulo: Steely Dan son al jazz lo que Roxy Music son al rock. ¿Qué hay de malo en las fantasías de lujo y perfección?

«Black Cow». Entrada sobria, pero contundente. Estamos en un chiringuito playero. Me gustaría conocer a las chicas que hacen los coros. Yo me pido un negroni, para perder la vergüenza. La canción va al trote, con una seguridad rítmica que ya querrían muchos para sí. Se podría bailar, lentamente. ¡Saxo calentorro! Qué grande. La fiesta promete finura, pero sin falta de energía. El sonido es lujoso, y eso hace que el corazón de rocanrol se difumine un poco, pero creedme, en el fondo son unos roqueros (se lo he oído decir a Larry Carlton). Según el documental, la «vaca negra» es una especie de refresco o batido.
 
«Aja». Yo pido a los lectores que se detengan, que escuchen muy atentamente esta sinfonía. Pido que se preparen para una dosis de música muy intensa, y pido que cuando se les ponga la piel de gallina y el corazón a cien no salgan a la calle a proclamar la aparición de un nuevo mesías. Pero cuando Steve Gadd y Wayne Shorter (¡sí, Wayne Shorter!) se ponen a dar cera con la batería y el saxo, amigos, entonces hay que tener cuidado. Esta canción es de una hermosura sin paliativos. Con su trazado de paradas y cabalgadas, con su melodía evocadora, se constituye como una obra musical de estructura rigurosa y deleitable. Obra maestra absoluta. Aja, voy a por ti.
 
«Deacon Blues». Otra obra maestra. No se puede ser más elegante. Uno ya se ha dado cuenta a estas alturas de que en este disco no toca un grupo, sino una orquesta, y que los arreglos tienen una altura y una belleza que no se pueden dejar de lado. La melodía es preciosa. En fin, sólo hay que escucharla. No es que me entere de nada de lo que dicen las letras, pero no hace falta (de hecho, las leo en la web y me quedo igual, son enigmáticas, su valor es connotativo. Sólo hace falta entender algunas palabras y montarse cada uno la película).
«Peg». Es la típica canción medio sosa de este grupo. No parece nada del otro mundo, hay que escucharla varias veces, hay que degustar los cambios de timbres, las diferentes partes de la canción. Y de pronto, un día, te encuentras tarareándola y comprendiendo que no tiene nada de sosa. Me encanta el fraseo de teclados. Parece una melodía para silbar. Optimista. El batería deja claro que va a indicar el camino. Los coros se encuentran con Michael McDonald (y suben un grado en su efectividad). Y cuando entra la guitarra, me recuerda el extraordinario trabajo que siempre hacen los Steely Dan a la hora de escribir los solos y de escoger guitarristas. Se podría hacer un estudio del sonido de la guitarra eléctrica a partir de sus discos.
 
«Home at last». La melodía de esta pieza entra más rápidamente en vena. Y se encuentra con ese cruce en el que la melancolía y la belleza son partes del letrero. Esa sección de viento..., qué bien. Y la guitarra..., muy jazzy, sostenida por la rítmica de Larry Carlton.... mmm, con chispa funky.
«I got the news». La que tenía menos grabada en la piel. Juguetona. A veces, las obras maestras tienen estos repechos; no porque no sea buena, que lo es: estamos hablando de la culminación de una carrera, estamos hablando de una gente que toca como Dios, que junta los instrumentos con gusto de cóctel. Pero es un repecho, cuesta subirlo. Menos cuando entra la parte de los coros, con McDonald, de nuevo, y la canción remonta de tal forma que parece una cuesta abajo sin manos. Y la guitarra marca la ruta con su solo, punteando. Mmm, los pianos tienen un sabor a Monk muy sabroso. Menudo juego rítmico entre bajo y batería. Bueno..., pero no queda grabada en la piel.
«Josie». En cambio, ésta desde el primer instante es fuego que marca al rojo. Imparable. Melodía y ritmo funky que se diluye cuando les interesa. Uf, y cuando llega el intermedio y el solo de guitarra, qué buenos. ¡Y cuando llega la coda, en que se repite el fraseo inicial, bellísimo, y uno se da cuenta de que toda la pieza es redonda, perfecta!
 
Existe un documental sobre este disco. Para quien sepa inglés, lo cuenta mucho mejor que yo.
 
Y hay un link superrecomendable: información detallada, con letra y entrevistas y comentarios sobre el disco, en http://www.broberg.pp.se/sd_aja.htm Es muy útil para saber quién toca qué en cada canción, dado que la nómina de músicos contratados para grabar el disco fue innumerable.

Probad a pasear por la playa con los Steely Dan. Creo que se descubre un horizonte más lejano.

jueves, 18 de julio de 2013

Los Ilegales - No me acaricies el pelo que tengo poco

Ya era hora que actualizara mi hermano. Esto se estaba quedando sin actividad y no precisamente por vacaciones.

Está claro que él siempre ha sido el que ha introducido nuevos estilos musicales y ha ampliado horizontes sonoros en casa, mientras que yo soy más inmovilista y me he aferrado habitualmente a estilos establecidos y quizás más facilones. En ocasiones con un poco de mala leche en las letras.

Como a él le ha dado en su última entrada por lo instrumental, místico y culto del jazz fusion. A mí me han venido a la cabeza "Los Ilegales", grupo español hoy casi olvidado. En su momento tuvieron su éxito con ese estilo un poco "makinavaja", agresivo y repleto de la sorna y guiños burlones de Jorge Martínez y que luego continuaron otros.

Su primer disco me parece fundamental. La portada con un individuo con pinta de político a punto de suicidarse, su incitación a la revuelta en algunas de sus canciones y su desparpajo en directo los hacían grandiosamente atractivos. Una alternativa a los ritmos poperos y algo suavones de la mayoría de los grupos de la movida madrileña a la que, para algunos, le sobraba algo de pijería.

Los ví en directo varias veces, pero resulta inolvidable su presentación barcelonesa un domingo en una discoteca de Pueblo Nuevo (Metro o 666 ya no recuerdo como se llamaba entonces) cuando ni siquiera habían editado su primer disco, allá por 1982 (creo). Me llevé a unos amigos que no tenían nada que hacer y se quedaron boquiabiertos. Salen tres tíos, guitarra, bajo y batería y el cantante (Jorge Martínez) y escupe nada más ver a los cuatro gatos que allí estábamos: "Buenas noches, hijos de puta" (cosa inaudita en esa época).  Y a partir de ahí se marcaron un concierto corto pero de extraordinaria contundencia. Por supuesto al finalizar el concierto nos mandó a todos "a tomar por c..." ¡Faltaría más!

Las canciones de este disco siguen sonando actuales, prácticamente todas son mazazos rockeros y destilan algún tipo de mensaje. Luego quizás se les fue la mano con el toque macarra y quedaron reducidos a círculos minoritarios. Algunos de sus planteamientos eran demasiado agresivos y políticamente incorrectos y eso les restó adeptos.

Aquí tenéis algunas de sus canciones. Si tuviera que buscar un grupo extranjero paralelo, Los Ilegales serían los "Ramones" de la península ibérica (con todos los respetos para ambos por supuesto).
Su tema más emblemático "Tiempos nuevos, tiempos salvajes". Sencillamente: histórico. Un mensaje claro a las masas: "Rebélate que todavía estás a tiempo".
"Delincuente habitual". Esto sí que es rock puro y duro.
"Yo soy quién espía los juegos de los niños". Escupitajo directo a la hipocresía colectiva. Una de mis favoritas. Atención a la letra. Si no la has oído nunca no te la pierdas.
"Hombre solitario. Tengo un recado para tí. Una bala en mi revolver está esperando pa salir."
"Problema sexual" Sólo se me ocurre una cosa: "¡Ah, Oh, Ah!" En esa época y ahora todos estábamos contagiados de este problema sexual. Para mayores de 18 años.
Claras referencias al rock carcelario más clásico: "Me sueltan mañana". A muchos nos soltaban los fines de semana pero no de la trena, sino de casa y del trabajo.
No os perdáis la declaración de principios de Jorge en la presentación de la canción. Un himno antihippie y antipijo extraordinariamente polémico. Como siempre políticamente incorrecto. A mí siempre me encantó como soltaban los gritos para marcar el paso militar de desfile al principio de la canción. A mí en esa época tampoco me gustaban los hippies (diría que ahora tampoco). Los de "Siniestro Total" también estarían de acuerdo.
Otro himno. ¡Cómo coreaba el estribillo de esta canción unas fiestas de la Merçé! Mis compañeros de la universidad me miraban atónitos. Con lo timidillo y apocado que parecía. Ritmo ska y a bailar chocando con los vecinos.
La mía, la de toda la vida. "No me acaricies el pelo". Nunca lo he tenido abundante y seguramente es otro motivo para mi simpatía por Jorge. Ya lo dice Galeano: "Si el pelo fuera importante estaría dentro de la cabeza y no fuera".
Otra de mis favoritas. "La casa del misterio". Se desenvuelven de maravilla en los medios tiempos con rabia contenida.
"Caramelos podridos" Desbocados, salvajes y cabreados. También cantábamos el estribillo unos cuantos amigos. Claro, ellas nos miraban asustadas y ese día era difícil comerse un colín.
Y para acabar repiten la primera.

¡Oye tío que no hay ninguna de amor! ¡Que son un poco machistas y violentos!... Ya... ¡Es sólo rock and roll pero me gusta!

miércoles, 17 de julio de 2013

Weather Report. El viajero misterioso



Bueno, ya era hora de retomar el blog, y ya era hora de cambiar de tercio en el tipo de música. En casa siempre nos ha gustado la MÚSICA. Personalmente, siempre he intentado que la búsqueda de nuevos sonidos me diera a conocer nuevos placeres. Y el jazz-rock es uno de ellos. El jazz también, pero para los poco iniciados, como yo, la fusión fue una manera de entrar en un universo donde la música instrumental suele ser más importante o más vanguardista que la música cantada.

Weather Report era el grupo de referencia. Es el grupo de referencia. Claro que ahí estaban Return to Forever (a los que no les he dado jamás una oportunidad, no sé por qué), Santana (más cercano al rock y a lo latino), Jean-Luc Ponty, la Mahavishnu..., pero los de Wayne Shorter y Joe Zawinul fueron y son mi debilidad. Los conocí a ciegas, creo recordar, comprando este disco en El Corte Inglés de Vigo, por la portada, porque me parecía genial comprarme un disco en un lugar donde no tendría tocadiscos para ponerlo (¡¿?!). El caso es que, luego, en la aldea, una familia de chicas encantadoras con dos hermanos ciclistas tenían un viejo y atrotinado equipo de maleta que sirvió para degustarlo y para imprimir en él algunos ruidos que nunca más se han ido (Dios, y yo bien sabía que una mala aguja podía dejar una huella imborrable).

El sonido de este grupo me lleva casi siempre al verano. Puede que hubiera conocido con anterioridad el doble en directo, el 8:30, en Barcelona, no lo sé, pero recuerdo que lo escuchaba mientras mi madre planchaba, al atardecer, y que "A remake you made" me ponía la piel de gallina ya por la mañana, recién levantado, los sábados. Pero éste Mysterious Traveller era un misterio. Y sonaba como tal.

Sí, hay jungla, y también sabores exóticos, pero lo que enseguida me dejó enganchado fue el sonido espacioso de la producción, la mezcla de músicas (un amigo mío decía que hacían música clásica, y punto). Uno escucha «Nubian Sundance» y se pone a bailar y a pensar que es un jíbaro o un masai, yo qué sé.

 

Pero luego aparece «American Tango» y la belleza roza la perfección. Las frases de sintetizador son declaraciones amorosas y el saxo hila una respuesta tierna. La estructura de las piezas es cualquier cosa menos evidente. Los silencios nunca habían tenido tanta importancia en la música que había escuchado.
 

Y «Cucumber Slumber» vuelve al ritmo y a la querencia por un bajo que te obliga a retorcerte pensando en una playa, al atardecer, cuando los cócteles y la brisa prometen una noche James Bond. En resumen, el voltaje emocional de esta música me hace recordar que el rock and roll no lo es todo, y que el cuerpo y la mente pueden combinarse con armonía y complejidad.
 

Teníamos el Popster de Weather Report. Una revista desplegable que se convertía en un póster. Allí explicaba de una forma muy sugerente la cantidad de obras maestras que había producido este grupo y el pensamiento orientalista de sus líderes, muy de la época de los 70. Y se supone que este disco es su primera incursión en la fase madura del grupo, la que superaría el jazz-rock frío, más experiemental, que surgió de sus relaciones anteriores con Miles Davis (bueno, Sweetnighter no le va a la zaga, y es anterior, y luego los clásicos: Black Market y Heavy Weather son tórridos e indispensables, pero...).

La segunda cara comienza con un piano rarísimo, y la pieza, «Mysterious Traveller», se desarrolla para relatar un viaje alucinante al mundo del hielo que se deshace en armonías, el cosmos primigenio que toma forma y adquiere vida. Ay, cuando entra Wayne Shorter con el saxo, se despejan todas las dudas.
 
«Blackthorn Rose» es una melodía preciosa, y una piedra preciosa. Un movimiento de sonata para piano y saxo.
 

«Scarlet Woman» continúa por los espacios exteriores y el hermetismo (era el seudónimo de una de las novias-brujas de Aleyster Crowley, el mago que habría de protagonizar un episodio famoso en la literatura, junto a Fernando Pessoa).
 

«Jungle Book» es un final delicado, hermoso, tanto que duele tener que terminar de decirlo. Pero la música, al final, es lo que importa.
 

Este disco me parece el equilibrio imposible entre melodía y experimentación, entre música pop y jazz culto. Los sonidos, los timbres, las atmósferas, son electrizantes y evocadores. Son el único grupo que siempre me parece que hacen algo más que música, porque la estructura de los temas, la distribución de los instrumentos, las dinámicas de grupo, semejan una narración musical sin necesidad de literatura. Con Jaco Pastorious se convirtieron en una máquina perfecta, pero a mí es este disco el que me da en el corazón.

En directo, eran mortales. Lo más cercano a la época de este disco, aquí abajo.