sábado, 27 de abril de 2013

The Ramones. Un fin de siglo anticipado.



Era una fiesta de la revista de un partido político de izquierdas recién legalizado. Coincidía con la semana de las entonces musicalmente inexistentes fiestas de la Merçé. Era Septiembre de 1980. A alguien se le ocurrió la idea de montar un concierto, no debía tener ni idea porque no se le ocurrió nada más inteligente que juntar a gente como "The Ramones" con Mike Oldfield.

De teloneros de relleno estaban "Los Rápidos" y Diego Cortés. Claro que entonces valía todo y lo importante era salir, oir música y desinhibirse. En esa época los rockeros y punkies de verdad gritaban "¡Marcha, marcha!!!" en los conciertos y no se conformaban. Aquello se llenó, dicen las crónicas que 150.000 personas y claro se mezclaron tipos de toda calaña, chicos de barrio vestidos de rocker, punks de carne y hueso, incluso obreros y un buen montón de pijos universitarios disfrazados de progre.
Montjuic en esa época era un sitio bastante degradado, nada limpio, sólo conocido por su parque de atracciones, el Pueblo Español, el teleférico, el castillo, las carreras de motos y coches, algunos edificios ruinosos y... el examen del carnet de conducir. Mejor no pasear de noche por esos andurriales, te podía pasar algo. Podían aparecer tipos raros. Ese día tomó la alternativa como sala de conciertos improvisada.
A alguien se le ocurrió la idea de ir porque era lo moderno, lo progre y en aquel ambiente se podían fumar unos porros, beber al aire libre y dar rienda suelta a los sentimientos reprimidos durante el curso académico universitario y daba lo mismo no tener ni idea de quien tocaba. Alguno pensaba que "Los Ramones" era otro grupo español que actuaba como telonero del entonces apreciadísimo Mike Oldfield. Lamento decepcionaros amigos pero ese era el músico estrella en esos días de todos aquellos supuestos izquierdosos. Por cierto, que mal vestían las modernas en esa época en la que todos eramos comunistas, lucían todas auténticos uniformes antivicio, ni rastro de maquillaje ni de tacones ni ropa interior de encaje. Y es que en esos tiempos, de música nadie tenía ni idea y de otras cosas tampoco.
Yo era el único que conocía la verdadera identidad Ramoniana, que todo el mundo descubrió al aparecer en escena ante una bandera con un águila y estrellas. ¿Os lo imaginais? Una fiesta comunista y, por supuesto, antiamericana (Yankees go home!), con todo el mundo esperando la suavidad y amplia longitud de los temas de "Campoviejo" para elevarse entre aromas de sustancias prohibidas adictivas y aparecen esos tipos chillando y cantando unas treinta canciones extraordinariamente cortas, intensamente parecidas, disparadas como auténticos torpedos y sólo separadas por breves sonidos guturales. Ni una concesión al descanso, ni al público, ninguna balada.
La escena era de risa. Increíble, se quejaban como mi padre de aquellos melenudos cantando. Y yo, callado, ausente, con todos mis nervios pendientes, vibrando, embelesado. Tarareando las canciones y algunos cuentan que me vieron chillando "Hey, ho, let's go". Me dejaron auténticamente KO, totalmente boca abajo.

Luego todo se puso en su sitio, después de una interminable espera me dormí tumbado en el césped mientras tocaba Mike Oldfield, soñando volver a ver a aquellos greñudos gritones. Nunca pude volver a hacerlo.  Fue uno de mis primeros conciertos, todavía no puedo olvidarlo.

No eran punkis, ni rockers, ni mods, ni españoles, ni siquiera eran hermanos.

domingo, 21 de abril de 2013

Javier Bergia. Un devoto de la música merecedor de más devotos





Es imposible escribir un artículo sobre un disco de Bergia, no sólo porque haya varios demasiado buenos, sino porque no siento que mi vinculación con él sea por un sólo disco. Aparte está la dificultad para encontrar material para incluir como ejemplo. Es decir, que la necesidad de incluir a Bergia en el cofre de recuerdos es más imperiosa por la importancia de su reivindicación que por el juicio crítico de uno de sus discos o por la facilidad de escucharlo en internet. 

Soy un incondicional. Cuando alguien te hace disfrutar tanto, ¿se le debe algo, no? Quede claro, desde el principio, que desearía que todos los que lean este artículo salgan disparados a adquirir por cualquier medio la música de Javier Bergia (ojo, sobre todo la que es de su cosecha; a mí me encanta lo que hace en el terreno instrumental, con Luis Delgado, etc., pero eso es algo que merecería otra explicación). 

A ver, no sé si me quedé con su nombre o no, pero recuerdo perfectamente que me gustaba la serie de televisión Media Naranja y que la canción de la serie (Chico busca chica, chica busca chico) me traía un nosequé de nostalgia de una vida que aún tenía por vivir. Creo recordar que entonces yo era joven. Es una serie que vi aún en casa de mis padres.

 

Y entonces (corría 1989) escuché en la radio que Javier Bergia había publicado su tercer trabajo: Tagomago. Lo hizo público Ramón Trecet, y también José Miguel López. Y comprendí que este autor era el mismo que cantaba Media Naranja, y que musicalmente iba muchísimo más lejos que el pop de cantautor. Había algo de new age, y de folk, y de rock de guitarras, e incluso un poquito de King Crimson. ¡¡¡Guau!!! El disco se convirtió en un habitual de casa.



Entendamos el contexto. Grabaciones Accidentales (Esclarecidos, Golpes Bajos) editaba un disco de alguien que se rodeaba de músicos de culto (no sé a qué me refiero, pero supongo que era gente que uno veía en los discos que le gustaban sin ser los titulares) y que hacía música hermosa, inteligente y extrañamente revigorizante. «El colegio de Alvarito» es una maravilla sin discusiones. ¡Fuera prejuicios! Jamás me había sentido tan cerca de una música que es popular y culta a un tiempo. Una canción infantil clavada en el corazón.

 "El colegio de Alvarito"


Además, el disco aportaba una ración de poesía y belleza musical fuera de lo común. Y si no, escuchad esta obra maestra absoluta. 

«La oración y el té»


En fin, si añadimos la fuerza de la guitarra eléctrica en «Midnight Round Mekiness» y «Frente Minskins», Tagomago fue un hallazgo brutal, completamente inesperado para un devoto del after-punk que justamente había empezado a trabajar ese año y podía comprarse los discos con su propio dinero. 

En cuanto vi La alegría del Coyote en una tienda de discos, me lo compré. Y hallé que la maravilla tenía una explicación histórica, pues éste era el disco anterior, de 1988, y tenía la misma dosis de inteligencia, de melodía arrebatadora, de pop nunca oído, pero carecía de la tendencia new age y casi ni se notaba el folk. A ver, ¿qué se puede esperar de un disco donde la sección rítmica estaba formada por Billy Villegas y Tino di Geraldo? Ya sé, ya sé. Pero para mí eran músicos con el prestigio gigantesco de pertenecer a la nómina de mis preferidos (esa nómina que uno se apunta mentalmente leyendo los créditos de los discos, atendiendo a la intervención de los instrumentos, juzgando como algún músico afecta radicalmente al sonido). 

«Nunca te dije»


Amigos, escuchad ese final instrumental a todo trapo, con una batería que te pone los biorritmos en órbita... 

Me grabé esos discos en cassette y los escuchábamos en el coche familiar (un supercinco) día sí, día también, de tal forma que casi nos los sabíamos de memoria. Puedo decir que esa costumbre duró hasta que los coches dejaron de tener radiocassette. 

Y hasta escribí una carta de fan. ¿La respuesta? ¡Javier Bergia me envió personalmente un paquetito con una cinta grabada con su primer disco, que ya estaba descatalogado! Aún lo conservo, por su puesto. Está escrito de su puño y letra (vamos de la misma forma que se hacía cuando le grababas un disco a un amigo). No sé cómo se llama ese primer disco: ¿Recoletos? Es igual. Me grabó una versión con canciones que habían quedado inéditas y con un trozo del primero de Finis Africae (con ellos lo vi en directo en Barcelona, tocando el bajo, ya no sé en qué año). Luego me he fabricado copias de seguridad, lo he bajado de internet, etc. Pero jamás he podido comprarlo. 

«Recoletos»


En fin, y llegó la época de los cedés. Así que todo lo demás (prácticamente todo) lo adquirí en formato digital. Y tiene varios discos: Caracola, Noche Infinita, Cedaceros 4, Rupairú (instrumental), varios recopilatorios jugosos, etc... ¿Que nadie les hace caso? Bueno, yo sólo puedo decir que son extraordinarios, que trascienden con claridad el universo cantautoril (sobre todo los primeros cuatro discos) y que poseen la claridad de un castellano directo a la sensibilidad, la inspiración de la melodía pegadiza y la sabiduría de un músico que ha llegado a hacer giras como percusionista de un grupo de música antigua como Atrium Musicae (el grupo de los Paniagua, puede que esto no signifique nada para muchos, pero quiero señalar que Bergia pertenece a una estirpe de músicos que no se limitan a rascar unos acordes y tararear un letra, sino que viven por completo la música, la estudian, la adoran). 

Atended a esta maravilla de Caracola (disco impagable que encima ha sido publicado en dos versiones: 1993 y 2009). 

«Un obsequio del universo»

Para acabar, ¿qué disco recomendaría para iniciarse en la degustación? Creo que dos recopilatorios son ideales: 25 años y Antología. De entre los últimos, Cedaceros 4 es de mis preferidos. ¿Quién es Javier Bergia? Uno que acompaña a Ismael Serrano...; sí, sí, aquel tío que hacía costumbrismo madrileño...; no, no, el adaptador de poemas medievales...; sí, por qué no, aquel tipo cachondo, melancólico, de buena cuchara..., alguien ya resabiado y, sin embargo, lleno de humor..., o precisamente... 



 http://www.rtve.es/alacarta/videos/los-conciertos-de-radio-3/conciertos-radio-3-javier-bergia/389151/

viernes, 5 de abril de 2013

The Jazz Butcher Conspiracy. Nada especial

Llevo días intentando escribir una entrada, buscando las notas a las que asociar unas palabras y no había manera. No notaba "Nada especial".  Un hueco, falta de inspiración. Esa extraña sensación que notas el día que te das cuenta que algo (una afición, una lectura, una canción, una persona) que te emocionaba fuerte, que te daba la vuelta al corazón, ya no significa nada.  Empezaba a estar preocupado.

Tenía un montón de palabras y canciones reunidas en madejas, acumuladas, pero cada vez que tiraba del hilo se me encallaba... "Nada especial". Eso pensaba y sonó en el iPod "Angels" de los "Jazz Butcher" y me dí cuenta que era esa la entrada que me buscaba.

Los Jazz Butcher son un grupo inglés de los ochenta que tuvieron un éxito limitado. Probablemente porque nunca se acabaron de creer su linea argumental musical y esa falta de autoestima les restó posibilidades. Es probable que su estilo hubiera encajado mejor en la música "indie" actual (¡Por cierto! ¿Qué estilo es éste?) que en la época postpunk.

No sé si mi interpretación es cierta pero tengo la sensación que les faltaron apoyos por todos lados: de su público, de las discográficas y por supuesto de ellos mismos. Se nota incluso en el nombre del grupo que ha tenido hasta tres denominaciones: "The Jazz Butcher" a palo seco o añadiéndole "Conspiracy" o "And His Sikkorskis from Hell"(Wikipedia dixit). Su página web carece de florituras, aunque la siguen actualizando y siguen actuando.

"Disstressed gentlefolk" es el primer disco (aunque es el cuarto) que se editó de ellos en España, en 1986, y lo compramos de inmediato. No sé porqué. Estoy seguro que no había oído ni una canción. Cabe en lo posible que esa portada con el dibujo de un hombre bien vestido, atado a una bella mujer en la grupa de un caballo azuzado por algunos malvados, cabalgando en dirección a un abismo, influyera en ello. Esa imagen de cómic me resulta todavía muy atrayente y me gusta mirarla embobado mientras suena en el giradiscos.

Curioso el título del disco que hace referencia a una ONG británica de finales del siglo XIX y que sigue en activo hoy en día. Seguramente es un guiño del líder (Pat Fish, The Butcher) que, visto el tono humorístico de alguna de sus letras, diría que es un cachondo.

La producción es sencilla, sin alharacas, ni excesos. Seguramente por falta de medios, pero suficiente para que se vislumbre a unos jóvenes intentando ordenar sus ideas, dubitativos, buscando su sitio en el mundo, con ganas de divertir y divertirse. Parece ser que lo hicieron demasiado porque se pelearon ("The Zurich Incident") y eso supuso la salida de la banda del guitarrista, vocalista y compositor Max Eider que siguió en solitario con alguna interesante propuesta. Parece que con los años se arreglaron algo y han vuelto a colaborar juntos ocasionalmente.

El grupo continuó con el que, probablemente, es su mejor disco: "Fishcoteque". Un juego de palabras con el apellido del principal componente. Caracterizado ya, por un estilo musical más definido con tendencias claramente pop y probablemente algo más comercial.

"Falling in love" inicia el disco. Una tonada con aires folk. Armonías vocales para corear alegres los amigos, incluso sin música, al salir de marcha. Un inicio de ritmos optimistas aunque "There's a real bad case of too much falling in love".

Le sigue "Big bad thing" que persiste en el buen humor rítmico pese al título, aunque con un estilo claramente diferente a la primera, suenan un poco "punk". Esas cervezas deben estar comenzando a hacer efecto.

En "Still in the kitchen" encuentran su sonido más característico y que luego explotarán en sus otros discos. Comienza lento, igual es una balada, las guitarras suenan un poco siniestras al principio para luego tornarse espinosas con punteos de aguzado cristal. Una canción que encierra referencias a otra canción en su interior ("The ballad of Lucy Jordan").
"Hungarian love song" no es una balada aunque por el título lo parezca, retoma el optimismo del principio muy en la linea del grupo. Acaban de tener clara su identidad y van a explotarla en cuanto se den cuenta.

"The new world" los vuelve intimistas. Las percusiones recuerdan otros estilos musicales, la podría interpretar cualquier cantante más clásico. Aporta variedad al conjunto del disco.

"Who loves you now" ahonda en ese estilo más clásico. No parecen un grupo de los ochenta y mucho menos de pop al uso. Predominan las armonías vocales, el "dudua" que tanto gustaba en décadas anteriores y los teclados. Una de las mejores del disco para abrir una cara "B" monumental.

En "Domestic Animal" ya van lanzados, después de varios titubeos y pruebas de varios tipos han cogido carrerilla. El disco es suyo y lo van a demostrar sobre todo en las guitarras y los coros del final.

"Buffalo Shame" no la encuentro. ¡Mala suerte! Parece que va a ser instrumental por su larga introducción que recuerda a la banda sonora de algún "western". Aparece por primera vez la flauta sustituida al poco por unas guitarras absolutamente sesenteras. Corean más que cantan, la voz es un instrumento más.

El rasgueo inicial de la guitarra anuncia algo excepcional y aunque tiene por título "Nothing Special" es realmente especial. Pop juvenil, facilón, contagioso, irónico, algo presuntuoso y cínico (como corresponde a las edades tempranas). Miradas espías, sentado en un tren, con las que me identifico totalmente, riéndose interiormente de todo y todos. Ahora que somos más mayores ya sabemos que nos limitaremos a repetir, sino los mismos, parecidos errores.

"The name of this train is the Nothing Special
It's just an ordinary train
A very ordinary train
Just like all the others; just a very ordinary train"

Sin pausa respecto a la anterior. La han dejado para el final porque saben que es la mejor, es la canción que les hará perdurar por siempre. Una melodía claramente nocturna en contraste con la luz diurna que claramente desprende la previa. El tema crece progresivamente con esos ángeles vestidos de negro que siempre están en el interior y a los que quisieras abrazar. Aumenta el número de instrumentos, aparece el saxofón para diferenciarla, para hacerla siempre mía, siempre tuya (si quieres). Una canción que a mí me ha dado muchas vueltas desde el primer día y que no me va a soltar. Uno de esos pequeños trozos de alma alojados anónimamente en la red para cualquiera que la quiera encontrar. Según Fish: "Written on the morning that news broke about Reagan's bombing of Tripoli."

"I can see them.
Here they come now.
There's thousands of them.
They're bearing you up.
They're holding you up.
I want to hold you in my arms."