martes, 29 de octubre de 2013

Lou Reed. RIP




Te has muerto, cabrón. Tú, como todos los demás. Y es que a la gente no se le ocurre cambiar de costumbre. Se muere, y punto. En fin, habrá que soportarlo... Oye, por cierto, Lou, espero que te vaya bien por esas alturas, si te has decidido a ir al Cielo, o que te lo pases de miedo ahí abajo, si has optado por el Infierno.

Eras un animal del rock and roll. Y yo me retorcía con los solos de Steve Hunter. Eras un poeta de los sótanos. Y yo me arrastraba por aquellas miserias. Fuiste mi ídolo. Se nota porque tuvimos nuestros más y nuestros menos..., como cuando me enteré de que tenías un humor más bien despectivo, o cuando dabas un giro copernicano que me costaba Dios y ayuda entender, o cuando tuve que hacerme a la idea de que se puede ser homosexual, o bisexual o animal y representar igualmente bien todas las pasiones y tristezas del ser humano. Vamos, una educación sentimental en toda regla.

Perteneces a la mítica y gloriosa época del radiocassette: originales, grabaciones de cassette a cassette, grabaciones de la radio...

Cuando se morían los demás, Lou (porque antes se morían siempre los demás), tú me tendías Berlin (mientras la censura me quitaba «The Kids»); yo lo ponía sobre el plato y oficiaba el funeral: «Este es el lugar donde ella tomó la navaja...» Uf, eran días de adolescencia siniestra. «Oh, oh, oh, what a feeling!» Y con el solo de guitarra de «Sad song» prácticamente me echaba a llorar.

Pero también eras capaz de chulear con «Charley's girl», y entonces eras el tío más enrollado del barrio y dabas marcha y buena onda (joder, todo el rock urbano, como quien dice, descendía de ti; a mí que no me cuenten historias de indis ni de alternativos, yo soy de la época de Burning y de cómo se mascan las palabras para cantar «Qué hace una chica como tú en un sitio como este»).

Los jevis de mi calle prácticamente sólo me perdonaban la vida porque me gustaban ZZ Top y Lou Reed..., o sea, que además te debo un par de hostias menos en mi jeta. En fin, siempre fui muy de Lou. Lo de la Velvet vino luego. Sí, sí, míticos, incomprendidos, cruciales..., pero para mí vino luego. Fue más bien una confirmación de lo grande que eras. Claro que esa no es la visión histórica correcta. Pero a mí que más me da.

Con lo callado que eras para despreciar a la gente y lo bocazas que eras en otras ocasiones. Nunca me interesaron tus historias con las drogas. Pobre tipo, menuda jugada te hizo la vida. Pero supiste sobreponerte y dar de ti todo lo que tenías. Te dieron la oportunidad de mostrar lo que escribías y lo que componías, y regalaste al mundo un montón de arte. Lo que pasa es que a veces te daba por olvidar que habías tenido mucha suerte y te daba por mandar a la mierda al personal. Bueno, hay que entenderlo. A mí, desde que Fernando Fernán Gómez lo hizo sin vergüenza y desde que Los Coronas lo convirtieron en una obra de arte, me parece que mandar a la mierda a la gente, a veces, muy pocas veces, puede estar justificado.

Vamos a decir un par de cosas: Transformer, Berlin, Coney Island Baby, The Blue Mask, New York... No creo que haya que decir nada más.

Descansa en paz.


 








sábado, 26 de octubre de 2013

The cars - Tipos peligrosos conduciendo sin carnet

Conducir nunca ha sido lo mío. Tardé algo más que el resto de mis amigos en sacarme el carnet. No me gustaba conducir y menos sin música. La cosa mejoró con los años, con el radio cassette extraíble que todos escondíamos bajo el asiento del copiloto empecé a encontrar mi sitio. Disfruté de varios modelos, alguno de dudosa procedencia, un Pioneer obtenido en un bar por el hermano de un amigo. El mejor de todos un Phillips con ecualizador que sonaba a todo meter en un Ford Fiesta.

Un grupo que ha sonado mucho mientras conducía son "The Cars". Un grupo americano que en sus inicios competía por ser innovadores y diferentes con gente como "Devo" y que a la vista de su tarjeta de presentación periodística y de la interesante y sugerente portada de su disco "Candy-O" rápidamente le dimos cancha en casa.

Ese disco, sólo lo tuvimos en vinilo por una temporada, nos lo prestaron, y sin ser una obra perfecta, contenía destellos de genialidad tanto en la composición como en la interpretación. El líder del grupo (Rick Ocasek) no acaba de encontrar cual era su sitio en ese mundo musical y el conjunto resulta un tanto irregular aunque "in crescendo". La canción que cierra el disco dejaba claro por donde iban a ir los tiros en el futuro.

Después de dar un par de vueltas discográficas no muy exitosas, en 1984 dan la campanada comercial definitiva con el disco "Heartbeat City". Una obra que descubrí progresivamente en la radio durante la mili y que me compré de inmediato en cuanto pude encontrarlo.

Aunque algunos podrían calificar este disco como "comercial", a mí me dio siempre la sensación de ser la obra cumbre de estos amantes de los coches (y de las chicas tumbadas de forma sugerente sobre ellos). Ni un altibajo desde la portada al último surco. Ni una concesión a la debilidad. Un sonido impecable, el tratamiento de los instrumentos, de las voces y los arreglos son sobresalientes. Por eso triunfa desde la primera escucha. Los diez temas tienen algo memorable. Todos son diferentes y se salen de lo común en esa época.

El disco comienza con "Hello Again". Llevaban tres años en la "nevera" y por eso se nos presentan, de nuevo, con las voces oscilando desde el altavoz derecho al izquierdo construyendo sobre los teclados y los efectos de sonido una canción que merece auriculares (como todo el disco). Una pequeña sinfonía inicial que ya engancha.
La siguiente canción comienza sin pausa (como en todo el disco). "Looking for love" me recuerda mucho a Todd Rundgren (quizás por eso me gusta tanto). De hecho siempre que vuelvo a este disco rebusco en la contraportada por si apareciera su "mano mágica" en los créditos.
"Magic" es de las más conocidas del disco, salió como single y subió rápido en los "charts". Muchos éxitos posteriores se basan en su proposición rítmica y vocal. Ya entrenaron para hacer esta canción con la excelente "Since I held you" de "Candy-O".

"Drive" es probablemente la canción más conocida de este grupo. La interpretación vocal de Benjamin Orr es sencillamente sensacional. Le quita el sitio momentáneamente a Ocasek que en este disco se hace con la posición pre-eminente en ese puesto, mientras que en los anteriores se repartían como buenos hermanos la parte solista. De hecho (en mi opinión) éste es el primer disco en el que parece que Rick Ocasek ha aprendido a cantar (su punto más débil anteriormente). Una canción histórica.
La cara A se cierra (nuevamente sin interrupción entre canciones) con un tema clásico de "The cars": "Stranger eyes". Las guitarras trepidan manteniendo el ritmo y Benjamin Orr mantiene la posición solista ganando por la mano de nuevo a Ocasek. Por momentos los teclados apartan de su posición inicial a las guitarras que no consiguen en ningún momento del tema adquirir posición solista. Este tema apareció en la banda sonora de "Top gun".
Al darle la vuelta al disco, en "You might think", Rick Ocasek aprovecha un despiste del bajista y vuelve al micrófono y con él las guitarras se enseñorean, pero no nos damos ni cuenta del cambio mientras Benjamin Orr se luce en los coros. "Canela en rama" ¡Oiga!

La transición hacia "It's not the night" la marcan unos teclados que recuerdan a los de Peter Bardens oscilando de un lado a otro de los auriculares como si fueran olas de agua en lugar de ondas de sonido. Un riff de guitarra le da un giro definitivamente rockero y nuevamente Benjamin Orr se hace con el micrófono principal. Aquí sí que la guitarra alcanza el clímax en el solo para dejar paso luego a los teclados y efectos que se van diluyendo hasta el final.

¡Hola! ¡Hola! De nuevo Ocasek en los mandos con unos teclados que parecen coros rodeándole en el inicio hasta que los compañeros se deciden a acompañarlo coreando el recitado. Porque esta canción es más una lectura que un canto... Es lo que tienen los lamentos, por eso se titula "Why Can't I Have You?". Este fue su último single y aunque no alcanzó las primeras posiciones, para mí, lo hubiera merecido.

"I Refuse" es otra canción inconfundible de estos "conductores". Lleva todos los marchamos de calidad y las etiquetas de identificación bien visibles.
Y llega el final del disco que concluye por todo lo alto con la canción más extensa del álbum y que precisamente le da título. Se inicia con un toque futurista (No sé porqué siempre me recuerda a "Blade runner"). Los teclados son realmente hipnóticos y las guitarras pichan como dardos. Para postre Ocasek lo borda. Todas las frases aparecen perfectamente punteadas o coreadas. Un extraordinario final para un gran disco.


sábado, 19 de octubre de 2013

Javier Bergia. Punto y aparte



Vamos a seguir con la tónica de repetir artista, pero esta vez a causa de una novedad discográfica. Javier Bergia saca su enésimo disco y sigue sin figurar en la estantería de novedades de la Fnac, y sigue sin estar en la estantería más lógica. No es que a mí me moleste encontrarlo en pop-rock, es que me entristece que alguien pueda perdérselo. Claro que yo lo busco hasta que lo detecto, y si no, hasta me atrevo a preguntarle por su paradero al dependiente de turno.

En esta ocasión sí que se puede afirmar que Punto y aparte es un disco de cantautor, y por cierto que no representa un desdoro para ningún aficionado a la música. Me molesta un poquito que haya quien distinga con mohínes el pop del rock y el jazz del blues y... ¡Pero si es música!

La primera, la canción que da título al disco... Mmm, ya la conocía de unos piratas que me fabriqué con una web alucinante, donde se podían ver conciertos completos filmados en locales de escaso aforo y apretujamiento gozoso. Búho Real, Libertad 8. Yo sólo he pasado por allí de turista, pero los directos que me grabé (de 2007) no tienen desperdicio. Javier Bergia en estado puro. Y «Punto y aparte» data de aquella época. Maravillosa. Una canción que esconde tesoros dormidos, patrias pequeñas que no tienen balcones y que luchan a morir con un par de... sandalias. La única patria que a mí me interesa.
La segunda es «Quijotesis». El título de la canción es horripilante. Jo, ya sé que es una humorada, pero... Por suerte, uno se olvida cuando la escucha. Y encuentra una letra bella y muy inteligente, que es capaz de escribir una autobiografía sin lagrimones. Atención, y ya se aprecia, para el que lo dudara, que aun sin batería, el disco va sobrado con el bajo y la tabla. Qué bueno ese laúd (en el disco, claro, porque lo que viene es en directo).
A ver, el single, el vídeo, la canción de enganche. En el disco es la número 10. Obra maestra. O-bra-ma-es-tra. Tiene la vergüenza de quejarse en un tiempo en el que, si no se monta la guillotina eléctrica en la plaza pública, al menos se puede hacer música hermosa con verdades a pleno pulmón. Shhhh. «Silencio.» Escúchala sin prejuicios.
¿No es acaso un verdadera maravilla? Anda, ponla otra vez. (Yo lo acabo de hacer.)

No, amigos, no hay más canciones de este disco en internet. Al menos individualizadas. Lo que sí hay son conciertos-entrevista para partirse de la risa y para pensar cinco segundos en las tribulaciones de un músico profesional en los tiempos que corren (si no ha sido difícil serlo en todos los tiempos). Bergia repite como una cantinela que ya ha cumplido 50 y que es la hora de los resúmenes. Bueno, para mí que le quedan muchas horas de bienaventuranza por delante. ¡Salud, liróforo celeste!

A falta de la prueba de Santo Tomás, podéis confiar en el hecho de que mi reproductor de cedé no falla. Una vez colocas el disco en la bandeja y le das a play, se reproducen 12 canciones 12 tan hermosas como «Cósmica, mística y gaseosa» (la estoy escuchando ahora: de verdad, haceos un favor: id a comprar el disco). Lo digo yo, que en la distancia del tiempo negué tres veces al maestro, cuando echaba de menos las guitarras eléctricas..., y tuve que cerrar la boca ante la evidencia de mi error.
 
Esta es una de Hilario Camacho que también tocaba allá por 2007.
Y esta es una de Rodrigo García, de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. También es una de las que suele hacer en directo. Hasta ha sugerido que le apetece hacer un disco de versiones.
Ohhhhh, con Begoña Olavide. Qué bueno. Qué bueno.





















sábado, 5 de octubre de 2013

Hall & Oates. Nadando entre las aguas de la calidad y lo comercial.

No me importa reconocer que he tenido varios equívocos con este dúo. El primero es que siempre los confundía con un dúo de "soft pop" de voces aflautadas que en los setenta me parecían insoportables. No diré el nombre para no tener que sonrojarme con la confusión y porque con el paso de los años les he perdonado su suavidad y hasta me han gustado (La edad a veces te hace ser más tolerante con algunos enemigos antiguos).
Mi segundo equívoco, cuando conseguí disociarlos de la meliflua pareja, fue con el color de su piel. Durante tiempo pensé que se trataba de músicos de color. Los arreglos de sus canciones y sus voces me recordaban mucho a algunos insignes de la Tamla Motown (de hecho recientemente he visto a algunos de ellos ejercitándose en sus canciones acompañados por la mitad rubia del equipo) y en esa época no existían ni los videos, ni salían en nuestra televisión bicanal y sus discos no aparecían por aquí (había que oírlos en la radio).

Y finalmente mi tercer desatino es que, una vez vistos, fuí incapaz de distinguir a uno de otro hasta el disco en solitario de Daryl Hall ("Sacred songs" de 1980) que pasó por mis manos bien avanzados los 80. En el que quedaba claro en la foto de la portada quien era el de pelo claro y quien el del negro bigotazo.

Durante mucho tiempo evité reconocer que me gustaban (me apasionaban) sus canciones. Mis amigos no hubieran entendido mi inclinación por un estilo tan "comercial". Con el paso de los años, al haber pasado casi a desconocidos (por lo menos en nuestro país) mi admiración ha ido en aumento. Sus canciones han resistido de maravilla las arrugas y vaivenes, no han necesitado el "lifting" facial que se han aplicado sus compositores y cantantes. Son esos típicos temas que, cuando suenan en un bar o alguien hace una versión, a todo el mundo le son familiares, evocan a los clásicos más clásicos del soul o del pop y algunos que van de "enteradillos" intentan impresionar a su acompañante diciéndolo al oído: "¿La conoces? Esta es una de Lionel Richie" por decir alguien.

Cíclicamente recurro a sus canciones para alegrar una mañana soleada como ésta, o me regalo una tarde viendo vídeos grabados en casa de Daryl Hall con unos cuantos amigos, haciendo versiones de canciones suyas y de otros y me puedo relajar porque se me pasa la necesidad de juzgar y me entran las de bailar. Aquí os dejo un puñado que os van a deleitar (espero).


Sólo tengo un vinilo de ellos en casa "H2O" de 1982. También tenía un doble Cd recopilatorio pero no lo encuentro en el maremágnum de discos desordenados e incluso me temo que sea uno de mis "discos secuestrados" que salieron de casa un buen día dejando un muñón de amputación que se comporta a menudo como "miembro fantasma" (Duele pero no existe).

Aquí os dejo una selección de "Grandes éxitos" para que los que los admiran disfruten con sus "Private eyes", los que no los conozcan tengan a su alcance un poco de "Adult education" y los que dudan sonrían con Sara ("Sara smile").  Calidad tienen por toneladas.