jueves, 24 de enero de 2013

XTC. Éxtasis, naranjas y limones




Creo que la primera vez que escuché a los XTC fue en casa de mi amigo Víctor. No sé en qué momento, alguien me dejó en cassette The Big Express (¿o lo compramos?); por entonces nos hicimos con el Skylarking (sería 1986), producido por Todd Rundgren. Y en algún bar de modernos ponían el vídeo de su primer single: «This is pop». Ecstisi era un grupo lleno de interés en los 80. Habían empezado con la fuerza motriz del (punk)pop alucinado. Luego dejaron de hacer conciertos. Publicaban discos generosos (ahora mismo se me ocurren tres dobles). Y sonaban cada vez más a unos Beatles completamente puestos al día, con arpegios de guitarra multiplicados, con armonías vocales dignas de la psicodelia más luminosa. Pero no se dejaban atrapar fácilmente. Sí, desde luego, esto es pop, pero no para oídos poco atentos. Y, además, si alguien me recuerda en algún momento a Robert Wyatt... Etc.

Hacia 1989 empecé a disponer de dinero para comprar mis propios discos. Y cayó un doble vinilo: Oranges and Lemons. A partir de entonces los XTC se convirtieron en un grupo necesario para mi tocadiscos: no para cualquier momento, no para poner fácilmente de banda sonora, pero tampoco para dejar de disfrutar de la simple melodía.



¿Un disco doble? ¿Canción a canción? No. Vamos a resumirlo, de la misma forma que voy a pegar una lista de reproducción en un sólo vídeo (es decir, en el mismo vídeo se supone que, cuando acabe la primera canción, automáticamente se reproducirá la segunda y así hasta quince canciones). Espero que funcione.

Con este disco fue una de las primeras veces que intenté leer las letras en inglés y entender algo. No lo conseguí por completo, pero creo que vi gran variedad de temas, un humor muy sano, y la ratificación de que eran tan buenos que me importaba un pepino lo que dijeran. Si escucháis la tercera: «King for a day» y no os lleva al paraíso únicamente por ella misma y porque os permite ser Rey por un día, entonces el mundo está perdido. En cuanto a la segunda: «The mayor of Simpleton»: ¿os habéis fijado en el riff arpegiado de guitarra y el mazazo de caja que la conducen sin descanso? Y eso para hablar en primera persona del alcalde de los tontos...: Chica, seré muy tonto, el alcalde de los tontos, pero te voy a decir lo único que sé: Te quiero. Sí, señor, así se hace. Si algún grupo dice otra vez I love you, sin más, lo mandaremos a paseo (obligada regla number one), pero si es capaz de construir una declaración llena de ironía..., entonces es otra cosa. Bueno, de hecho, si escucháis «The loving», ya se nota el cachondeo en toda su amplitud, con ovaciones y todo.

Ojo, hay canciones de varios palos, y a veces, con la boca pequeña lo digo, a veces se ponen un poco plastas. Pero merece la pena la paciencia, no sólo para encontrar otra joya, sino para profundizar en las canciones más esquivas y que a veces nos devuelven un placer mayor.

A ver..., por si alguien quiere una cata antes de embarcarse en la lista de reproducción: Y la lista de reproducción del disco. Que aproveche.

viernes, 18 de enero de 2013

The Pale Fountains. Lo tuvieron en la palma de la mano

Andaba rebuscando el "Two fisted tales" de "The Long Ryders",  ese interesante grupo americano con reminiscencias de "The Byrds" que desapareció al poco de conocerlo, en 1987, después de dejarnos para el recuerdo ese puñado de buenas canciones sobre el que otro día escribiré. Os dejo esta muestra para que la disfrutéis.

Avanzando desde ese punto de la "L" que le correspondía, llegué a la "P" de "postergados" y allí apareció,  junto con varios discos de otros dos grupos con los que también rellené varias cintas de cassette de los amigos en los ochenta del "siglo pasado": "The Jazz Butcher Conspiracy" y "The Pale Fountains".

Entre esos discos estaba "Palm of my hand" de los de las "fuentes pálidas". Un "maxi" que hoy sería calificado como "EP", una demostración más de que a veces cambiando un apelativo convertimos algo antiguo en moderno y le ponemos el falso envoltorio del progreso. Esto pasa mucho en el mundo de la música, inventando etiquetas parece que emergen estilos nuevos y sólo es un simple barniz que da brillos a los viejos para los ojos nuevos.

¿Cómo serían calificados hoy en día los "Pale Fountains"? Llevo rato pensando en un rótulo atractivo para ellos pero no lo encuentro. Igual por eso han quedado perdidos en el recuerdo, aunque "todo lo que tiene nombre existe o ha existido" (frase bonita que no tengo ni idea de dónde he sacado pero estoy seguro de que no es mía) y ellos existieron y lo intentaron con unas cuantas buenas canciones en las que sonaban trompetas, arreglos de cuerda y algunos guitarrazos de los buenos.

La canción que da título al disco tenía los ingredientes precisos (en mi opinión) para triunfar pero se quedó, no llegó. Seguramente lo rozaron con los pulpejos, pero sus dos discos largos no vendieron suficiente (yo los tengo) y fueron engullidos, se disolvieron y sólo regresaron para un nostágico reencuentro.

Esta canción, pese a lo que se dice en alguna nota en internet no está en el disco "Pacific street" (por lo menos en su versión original publicada en España), y aparece por partida doble, la segunda en una versión instrumental digna de alguna orquesta de los sesenta... Igual por eso le dieron las espaldas los modernos de la época.
El disco lo completa "Love's a beautiful place" otra sugestiva canción que corrobora que estos británicos podrían haber dado más de sí, si les hubieran dejado.

"There must be times
When a man has to sit and pray
There must be love
When he thinks to himself all he needs is just one
Extra day in a week
Is there something for me to realise?
There must be love at the end of the day when he sighs

Had it in the palm of my hand
When I think to myself how I lie
Had it in the palm of my hand
Seems there's always some kind of surprise when I think about
Days in a week
Is there something for me to realise?
Had it in the palm of my hand"

Rememorando esos años me ha venido a la mente (debe estar justo al lado en el mismo cajón de la memoria) esta canción de "The Lotus Eaters" que confirma eso de que "todo lo fugaz es bello". Nunca la tuve en disco, nunca fue mía, pero no la podré olvidar. Ésta si tuvo algo de éxito pero de poco les sirvió a ellos para perdurar.

Saludos.
  

domingo, 13 de enero de 2013

The Blue Nile: Aguas tranquilas, torrente subterráneo. ¡Sombreros, por favor!




No ha podido ser Rickie Lee Jones. Tampoco es que sea tan importante que todas las canciones de un disco estén ilustradas por vídeos, pero The Sermon on the exposition Boulevard, una obra maestra como la copa de un pino (una obra de arte que trasciende la mera forma de un disco), merecía mucho más (y eso que Rickie tiene varias obras maestras). En fin, no es grave, porque nos vamos de un salto a un grupo del que es fan la mencionada artista.

Rickie Lee Jones: «Flying Cowboys» (acompañada por The Blue Nile)
The Blue Nile surgieron en 1983 con un minielepé..., o un elepé cortito (media hora): A Walk across the Rooftops, y en aquel entonces parecían hacer pop electrónico de vanguardia. Pero había un par de canciones muy románticas y muy..., en fin, que tenían posibilidades comerciales. Lo importante es que mostraban muy buen gusto, un sonido no sólo profesional sino distintivo y algunas melodías memorables. Pero no se dieron prisa en continuar su camino, o no pudieron por diferentes desgracias. El caso es que hasta 1989 no salió Hats, su segundo disco (y quizá su obra más importante; no mucho más larga, no llega a 40 minutos). Seis años son muchos años para un grupo. Preguntémonos: ¿Por qué estábamos aún esperando con las manos juntas que hicieran otro disco? ¿Por qué ocho años más tarde, en 1997, en la Plaça del Rei de Barcelona, todos los que esperábamos a Belle and Sebastian escuchamos por los altavoces este disco enterito, sin quejas, casi como si ya hubiera empezado el concierto, casi como si nos proveyeran de un mantra antes de entrar a misa? ¿Sólo porque eran escoceses?

 Hats es una especie de milagro pop. ¿Qué debe ser eso del pop? Algo así como rock descafeinado, limado y endulzado, ¿no? ¿Cómo es posible no cansarse de algo así? The Blue Nile no pueden ser otra cosa sino pop, y sin embargo..., sin embargo merecen un altar.

«Over the Hillside.» La noche entra en el aura de la lámpara de la sala de estar. Todo el sonido parece estar cubierto por una tela de seda (lo siento, pero los talibanes del sonido «vintage» tendrán que abstenerse), menos la percusión, que aún recuerda el sonido industrial. Los violines y las trompetas acarician y rompen la monotonía. La voz va quejándose dulcemente en un lentísimo crescendo que pone la piel de gallina. Ya está creado el ambiente para todo el disco. El hechizo.
«The downtown lights.» Aumenta ligeramente el ritmo. Caminamos al trote para disfrutar de la noche en la ciudad. Los escaparates están encendidos y no tardarán en salir las putas. Pero las calles están vacías. La soledad romántica de un hombre frente al acantilado es sustituida por el hombre en medio de una multitud que no ha comparecido. Un sueño urbano rodeado de recuerdos sentimentales.
«Let's go out tonight.» El lamento. Baby, baby, estoy muy triste, salgamos esta noche. Ecos y distancias. Definitivamente, las melodías de este disco son muy buenas, muy naturales. Y la voz de Buchanan les queda que ni pintada (dios, cómo sufre el tío, espero que se anime después de los conciertos). Y hala, ya está, la primera cara se ha acabado. ¿Ya? Sí, no son muy plastas estos chicos, te dan la dosis y punto.
«Headlights on the parade.» Qué sonido. Qué lujo. Qué pianos. Una de las características de este grupo: ¿qué es melodía y qué es ritmo? A veces, me encuentro esperando un fraseo, un simple acorde, de un instrumento cualquiera que pueda puntuar el discurso poniendo comas, dos puntos, paréntesis y final. La melodía de la voz es el discurso.
«From a late night train.» Es la más lenta (¡¡¡¡¡¿más????!!!!), la que se dirige directamente al corazón sin pasar por los pies. Si fuera jazz, la gente pondría los ojos en blanco. Se acerca a algo así como un toque místico.
«Seven A. M.» Dónde está el amor. Eso nos preguntamos. Sí, nos preguntamos. ¿En casita, con tu mujercita?
«Saturday night.» Gran final. De la nada surge el sonido, el ruido ambiente, y el cristal de la guitarra con los pianos eléctricos. ¿A quién amas? Es la hora de hacerse las confidencias definitivas: Te quiero. La grandeza de una chica normal, de un amor delicado, sin alharacas, con una boca pequeña que diga las palabras justas al oído. Yeah.
La formación musical lo dice todo. Música pop de salón para mentes abiertas que no desprecien más acá de la comprobación. Robert Bell - Bass, Synthesizer; Paul Buchanan - Vocals, Guitar, Synthesizer; Paul Joseph Moore - Keyboards, Synthesizer. Pero desde mi punto de vista, jamás el pop sintético ha sido más cálido. Y si Rickie Lee Jones los admira, ¿quién soy yo para no caer igualmente rendido a sus pies? A veces hay que ponerse romántico, amigos; si no, ¿de qué coño estamos hablando?

lunes, 7 de enero de 2013

Michael Franks. Un tigre sorprendido por la lluvia con los ojos en blanco

Aquí en casa somos eclécticos y polifacéticos (y un poco chulos y sobradillos). Vamos que nos gusta de todo y tocamos todos los palos. Un buen día se nos coló en casa este californiano con pinta de alemán, y que traía bajo el brazo un disco en cuya portada había este (para mí) inquietante cuadro de Henri Rousseau (pintor naif francés del siglo XIX). Inquietante no por la presencia del tigre, que exhibe una risa sardónica de incomodidad o como gesto de pavor visceral, sino por lo bien que transmite la imagen de una tempestad con rayos y truenos, bajo la que se agitan paisaje y animales.

Esta sensación espeluznante desaparece de inmediato en cuanto comienza la música del disco. Música acariciadora, relajante (pero nada ñoña), olorosa (aromas a frutos de mar en las percusiones) y evocadora (paisajes tropicales por doquier, colores fuertes y potentes). Por momentos cercana al jazz, en otras ocasiones perfumada de Brasil o con un "twist" a película de Bogart, un buen cóctel con su justa medida de alcohol. Siempre, siempre con ecos de aventura, sobre todo en los arreglos de cuerda y viento, y en las percusiones (tintineos de canela, como suaves gotas de lluvia). Aquí tocan músicos de verdad, auténticos profesionales, de los que saben leer una partitura. (¡Caramba! Acabo de leer en internet que Michael Franks nunca ha estudiado música y todo lo sabe de oído. ¡Qué cosas!)

Todas las canciones son de las de agarrar pareja. Así que amigos... ¡Ya saben! Hasta los más infradotados para el baile pueden dar una gran tarde de acompasados movimientos pedestres a su acompañante.

La primera canción del disco tiene el título "Sanpaku". Siempre había pensado que era algún ignoto paraje japonés y resulta que significa "tres blancos" y se refiere al aspecto de las escleróticas alrededor del iris y sus implicaciones en el destino del individuo. No os perdais el video de "youtube" con el clásico "psicólogo" de acento andino relacionándolo con la emisión precoz de esperma (lo pongo así por si algún menor cae por aquí y para que los buscadores no detecten dicha expresión y esto se llene de varones buscando soluciones para su problema). ¿Y la canción?... No defrauda como inicio. Ritmo caribeño, playa de arena dorada, sol brillante, mujeres ligeras de ropa. De Japón ni rastro. Excelente Mike Manieri en el vibráfono.

Las guitarras de "When it's over" tienen claras reminiscencias del sur americano. Música elástica como una hamaca, preciosos los coros femeninos finales.
La siguiente te hace meterte de lleno en el disco. "Living on the inside" comienza como un leve soplido al flequillo hasta que llega el estribillo y un vibráfono golpea masajeando suave el dorso, haciéndose el dueño de la canción, luego aparecen las cuerdas que te abrazan fuerte en la parte instrumental, conformando una coloreada minisinfonía.
A "Hideaway" no la encuentro. ¡Que pena! Una canción de club nocturno, de camarero con chaqueta blanca y pajarita. De copas de categoría.

Brasil se hace claramente el dueño en "Jardin Botánico". Una auténtica bossa nova. Su pasión por ese país queda claramente demostrada. Todos para Copacabana.
"Underneath the apple tree" inicia la cara "B" dominada por los instrumentos de viento, suena a grupo de jazz clásico. Yo siempre la he imaginado con Michael sentado ante un piano, y unos cuantos músicos de color alrededor enseñando una amplia sonrisa llena de marfil bien blanco, especialmente el que toca el contrabajo. En la parte instrumental parece que estén improvisando.
"Tiger in the rain" está en consonancia con la belleza del cuadro y tiene suficientes estrellas como para ejercer de titular de la obra. Cuando empieza la canción empiezas a mover la cabeza a los lados buscando a alguien a quien tomar de la mano y sacar a la pista de baile para abrazarla. Está claro que está escrita mirando el cuadro. Otra vez el vibráfono extrayendo lo mejor. Iluminando los pellizcos de los instrumentos de cuerda.

"He's a tiger in the rain
It's the thunder and lightnin'
He can't explain
A tiger in the rain
Who's frightened"

"Satisfaction guaranteed" tampoco está en la red. Vuelve el grupo de jazz al completo. Dominan los metales en constante sube y baja.

"Lifeline" es una preciosa canción de amor, de agradecimiento, cantada de forma impecable, los coros en su justa medida. Podría haber sido fácilmente empalagosa pero tiene el toque suficiente de ritmo y viento para brillar sin deslumbrar, sin que haga falta protegerse los ojos ante su esplendor. Para mí, la mejor cantada de todo el disco. La letra es preciosa.

"You are my lifeline
When love ripped all my sails with rain,
You saved me from this hurricane,
You are my lifeline
now im sailing toward the island of your love.."
Toda la obra de Michael Franks vale la pena pero a éste le tengo especial cariño. Me descubrió mundos musicales nuevos, me abrió más grandes los ojos, para que se me vea mejor un leve "sanpaku" por encima de los párpados inferiores. ¡Bufff! Tengo que mirar que significa eso... ¡Estos traidores genes supersticiosos gallegos!!!

Por cierto, una reproducción del cuadro lleva años colgada del comedor de la casa de mi hermano. El original  (Tigre dans une tempête tropicale) me lo encontré de bruces de forma inesperada en una visita a la National Gallery británica. Reconozco que secretamente me emocioné.

miércoles, 2 de enero de 2013

Gemma Hayes. La seguridad de un sueño (seguido de Estrella del discman)




Se abre una puerta, quejosa, y suena una melodía de guitarra acústica y bajo que dice que algo hermoso va a pasar. Gemma canta susurrando. Entra una guitarra eléctrica con unos fraseos country que te proyectan al cielo. La pandereta, muy Byrds. I'm on your side. Yeah. Es «Day one», la primera canción de esta obra maestra (sin youtube, sorry).

Bueno, ya lo había hecho en otro lugar, pero ¿por qué no ahora, de nuevo, una declaración de amor? ¿Acaso no son todos los amores virtuales y fugaces? Pues lo mismo con éste. Gemma Hayes: Night on my side: aquellos viajes en tren: aquella sensación de ¡Coño, estoy descubriendo un disco de la hostia!: Eso es amor.

Hubo una época, en esos primeros 2000, en que hacía siestas de pijama y orinal durante el fin de semana y, mientras tanto, oía Disco Grande, o lo soñaba. Era mayo de 2002. Y soñé que Julio Ruiz ponía varias veces la misma canción y que yo saltaba de la cama para comprar este disco (me pasó también con Richard Hawley).

«Hanging around». Si esto no es un single perfecto, que baje Dios y lo vea. Y no sólo eso: Me robó el corazón. (Eh, y todavía no había visto ni una foto de la interfecta.) Es escucharla y ponerme a saltar. Era lo mejor que había oído desde el descubrimiento en los 90 de Jeff Buckley (lo supe en cuanto salió el disco: Eh, Jeff, colega, how you doing there? Era uno de los nuestros. Y Gemma, también). Se ve enseguida, escuchando los primeros epés y escarbando poco, que Gemma Hayes es una artista folk y que apenas le hace falta la guitarrita y la voz (y la presencia, porque es realmente guapa). Pero este disco muestra la mezcla que lleva en la sangre: rock and roll y lamentos: ruidismo y belleza. Es la fórmula mágica, la dosis necesaria, el disco que sale espontáneamente cuando se quiere hacer bien pero no se pretende definir un género ni un público (que es el «error» de su segundo disco, sabiamente corregido en los siguientes).

«Back of my hand» ya me pilló de rodillas. Clamando piedad. Tan perfecta como la anterior, pero esta vez el single perfecto es pop. Este Night on my side muestra su querencia por My Bloody Valentine y su facultad para componer tanto preciosidades pop como climas sentimentales alejados del estribillo. Hay electricidad compensada sabiamente por la expresión folkie. Y aprecio una producción musical de excepción, debida a seis manos distintas y sin embargo conjuntadas en el oído: la propia Gemma, Dave Fridmann y David Odlum. Ojo, que uno de los dos productores ha dado lustre a la carrera de Mercury Rev y The Flaming Lips.

Era la época en que iba a trabajar en tren y me llevaba el discman para meterme en mi habitación virtual mientras el mundo traqueteaba a mi alrededor (justo como mirar por la ventanilla y asistir a la sucesión de fotogramas del viaje). Me puse este cedé una y otra vez. Quería introducirme en cada canción y extraerle todo el jugo. Quería que cada instrumento hablara por sí mismo en el estéreo y descubrir si había valido la pena saltar de la cama. Y vaya si había valido la pena.

«Over and over». El lado folkie aderezado por el buen gusto de los arreglos. Cada vez más crecidita y que le siga pasando lo mismo, una y otra vez. Siempre sucede lo mismo. No te vuelvas a alejar tanto de mí nunca más, porfa. Es que sin ti no vivo. Interludio de cuerdas memorable. «Let a good thing go». Qué pena le da haber dejado pasar algo bueno. Porque era realmente bueno. Y qué violencia para lamentarse por ello. Sí, esta es mi idea de que un lamento llegue hasta la médula de los huesos. (Me encantan los redobles tipo grunge, rascando.) Me puse a investigar luego en internet. Era la época en que había empezado a entender el proceso de bajar música. Conseguí la mayoría de las canciones de sus primeros singles y epés. ¡Dios, cómo podía ser tan buena y que «nadie» se diera cuenta? (Encontré una página de fans que demostraba que había una minoría al loro. Y en Irlanda había sido un pequeño éxito.)

«Ran for miles» (live). Preciosa versión (no he encontrado la original, como no he encontrado ninguna versión, ninguna, de la primera del disco: «Day One», ni de la penúltima: «My God»). La versión del disco es superior, sin embargo (por la importancia que tiene la batería en la mezcla y por la coda: imborrable). «What a day.» Esta me dio un pequeño dolor de cabeza. Me la saltaba. Pero al final me di cuenta de que solo era un problema de caja de ritmos (no era necesaria), pero la canción alcanza el nivel exigido (y solo dura un minuto y medio). «Tear on my side» es el muro de guitarras y voces y el milagroso acordeón en medio. Es la tensión insostenible. Repetitiva. Machacona. Para ser sentida. Es una lágrima que se desliza como la lengua de un glaciar, arrastrando morrenas de dolor. No he encontrado la versión del disco, que es imprescindible. Pero esta es arrebatadora también, y le añade una coda para mí desconocida. Si sonara bien, para mí ésta sería la versión definitiva. I feel it all. «I wanna stay» es la canción que en algún momento me pareció la mejor del disco. La perfección hecha sonido. La frescura, la melodía, el éxtasis en medio del éxtasis. Escuchadla con atención y con devoción. (Yo también querría quedarme toda la noche por ahí contigo, Gemma.) Apreciad cómo se acoplan las guitarras en medio de la música plácida, y a ella le importa un bledo todo mientras Él esté a su lado. Las escobillas se hacen más presentes. La electricidad cruje. Dios, y entra uno de los pasajes más hermosos de la música pop (sí, sí, tanto como «Sea Song» de Robert Wyatt...). ¡Dios, ¿os dais cuenta de lo que estoy diciendo? Síííííí. Y el crescendo se siente dominado al final, con una preciosa coda acústica y voces de niños al fondo. «Lucky one (Bird of Cassadaga)». Esta es la que ella dijo en un programa de radio que era su favorita en aquel momento. Una sinfonía. Un tour de force. En la línea de «Tear on my side», creando un ambiente de electricidad para poder alzarse hasta el cielo. ¿No eres tú el afortunado, ya seas hombre o pájaro? Ojalá. Y nunca necesitar más que esto, más que esta canción.

«Dios mío», espero que cojas el teléfono. Tengo problemas. (No la he encontrado en youtube. Da igual, lector, debes remover cielo y tierra para hacerte con este disco. Yo aviso, y ahora corre de tu cuenta.)

«Night on my side» es la frescura del campo irlandés sin la obligación del folklore puro. Medio Estados Unidos es country por los irlandeses, seguro. Yo creo que la quisieron abducir en Los Ángeles (ver leve tropiezo en el segundo disco, ¡leve, eh!), pero el destino la hizo volver a Irlanda. La grandeza de la melancolía y saber hacer que el aire corra por entre los acordes: Muchas gracias, Gemma.

P.D. Se debe evitar la versión americana de este disco por prescripción médica (distintas canciones, distinto orden). ¿Qué diantres se propusieron destrozando la perfección?

 Presentación documental del disco Hanging around (acoustic live) Back of my hand (live) Ran for miles (en irlandés)