lunes, 20 de agosto de 2012

John Hiatt. Bring the family.

Vaya por delante que este disco es una obra maestra, un trabajo de referencia, la piedra angular de la carrera de este cantante. La revista Rolling Stone lo sitúa en el puesto 53 de los 100 mejores álbumes de los ochenta. También que tiene un buen puñado de otros discos de excelente factura y sus trabajos recientes son absolutamente recomendables.

Los músicos que el acompañan son de la más alta alcurnia: Ry Cooder, Nick Lowe y Jim Keltner. Posteriormente formaron un grupo llamado Little Village que no tuvo el éxito que merecía.
Este disco pasará a la historia por algunas de sus canciones, especialmente por “Have a little faith in me” que ha sido versionada por cantantes de renombre y “Thing called love” que fue llevada por Bonnie Raitt a posiciones altas en las listas en los noventa. Fue grabado en el tiempo récord de cuatro días y han pasado justos 25 años desde su publicación. Así que bien merece la reseña.

Hiatt es un músico americano, de voz potente, letras directas que en este disco bordean la tristeza pero sin relamerse en ella, música y arreglos netamente rockeros. Puede sonar perfecto tanto en acústico e íntimo como en potente y marchoso concierto. Había pasado por malos momentos por su adicción al alcohol. Debía estar intensamente presionado, pero no se vino abajo y sacó lo mejor que llevaba dentro. Se levantó después de haber estado tirado en el barro... y sobrevivió. A veces ese pequeño gesto basta para pasar a la historia, para perdurar. Él se conforma con ello, no quiere el éxito, o eso decía en una entrevista reciente, sólo quiere que alguna de sus canciones sea recordada con el paso del tiempo.
Las canciones son variadas, dando al conjunto una rotunda forma, sin aristas, perfectamente pulido. Es tan bueno que no entran todas a la primera, hay que volver a oírlo, en orden, de principio a fin. Eso que ya hoy en día no se hace. Son diez canciones diez y ninguna falla, todas tienen algo.
“Memphis in the meantime” es de sonido clásico, potente, voz algo despreciativa en los finales. Una declaración de principios: “Sure I like country music. I like mandolins. But right now I need a telecaster. Through a vibro-lux turned up to ten”.
“Alone in the Dark” se inicia con un trabajo intenso de bajo y guitarras. Cooder y Lowe. Voz cansina, arrastrada. ¿Ya se ha cansado de cantar? No, no, ahora te lo va a demostrar con potencia. Guitarrazos tremendos de Ry Cooder, añadiendo profundidad a la canción. 
“Thig called love” parece una balada por el título, pero se mece entre las olas del rock. Impresionante. No me extraña que triunfara con Bonnie Raitt. 
Y ahora viene la mía, porque todos tenemos la nuestra en algún disco y esta sí que es una balada, pero que balada señores. La slide guitar de Ry Cooder movida como una vela al viento, llorando lágrimas de las cuerdas, Hiatt casi hablando, recitando con punteos de fondo. A mí también me mata tu amor: “And lord I couldn't tell her. That her love was only killing me. By the end of the day. All her sweet dreams would fade. To a lipstick sunset”.
¿Y la que sigue? Piano y voz eso es todo lo que tiene, parece ser que no llegaron a tiempo los demás para grabarla y se puso él a hacerlo, sin pruebas, sin repetición.  “Have a little faith in me”. Histórica. Sentimiento puro. Si alguien la pusiera en la radio (¿Radio? ¿Qué es eso?) sería de nuevo un exitazo.
Volvemos a la vertiente más cañera con “Thank you girl” iniciando la segunda cara. Aullidos incluidos.
Ry Cooder destaca de nuevo con sus guitarras en “Tip of my tongue”. No encuentro superlativos para calificarla. He sido malo, te he hecho mal con el dorso de mi mente desde la punta de mi lengua hasta el final de la línea.  “Now this house won't say, no. What I'm still rememberin'. Three angry words. And a love that they killed”.
 “Your Dad Did” me sirve generalmente para subir el ánimo de cara a lo que viene.
“Stood up” podría ser la mejor del disco, pero las otras son tan buenas que es difícil destacarla por encima de ellas. Reconozco que hubo una tarde hace años que sólo oí esta, muchas, muchas veces. Una de esas tardes que te darías de golpes con las paredes, que hace un calor insoportable (como hoy) y no le ves salida a tus problemas salvo ponerte en pie y afrontarlos. “But I stood and I’d do it again (Let me tell you)” En mitad de la canción se para a susurrar mientras los músicos se mantienen, parece que improvise la letra. Parece flamenco, tiene “quejío”. Nos cuenta sus penas y problemas y está orgulloso de haberlos resuelto, por eso se atreve a contarlo con cierta superioridad. Fabulosa.
El final del disco tiene un toque country con la bonita “Learning how to love you”. ¿Toque country he dicho? Country de cerveza y puertas batientes, de saloon del Oeste. Así se despide orgulloso nuestro vaquero, Stetson, cinturón canana y espuelas. Ahí queda eso.

No lo he visto en directo pero juro que he de verlo. Le voy a gritar “Maestro” “Torero” y voy a pedirle que dé varias vueltas al ruedo.

martes, 14 de agosto de 2012

TELEVISION - Marquee moon. Lo mejor de no ser punk


Debió de ser en el mismo momento de su publicación: José Mª Pallardó estaba ahí, al quite, en el Clan de la Una. Sonó «Marquee Moon» en 1977 (la canción). Y si no, muy cerca de esa fecha. Era una canción arrebatadora, diferente. Cortante. Violenta. Milimetrada. Desmesurada. Y desde entonces, siempre me han gustado los Television (y Tom Verlaine, y Richard Lloyd, al que me he acercado mucho más últimamente). De todas maneras, mi primer recuerdo de un disco de ellos es ya de 1980, una vez separados (seguramente más bien de 1981-1982). Entonces mi amigo Víctor Alcázar me dejó el primero de Verlaine (y los discos de Television también, creo), así que me los grabé y comencé a seguir su pista. Pero, curiosamente, en casa no compramos sus discos: nos conformábamos con las cintas, a pesar de que estábamos convencidos de lo buenos que eran. ¿Por qué? Supongo que por la dificultad de su música: hermosa, pero desapacible. Me ocurrió lo mismo con los primeros Talking Heads (que supieron nadar y guardar la ropa). En solitario, Tom Verlaine evolucionó desde el magnetismo de Television: se hizo cubista y luego ha acabado en la abstracción de Warm and Cool. Nada que objetar. De hecho, estaba tan seguro de su indiscutible talento que grabé, regrabé y luego compré sus discos. Y ahora puedo decir, después de tanto tiempo, que Television son una banda para disfrutar y no dejar de disfrutar..., que cada uno de sus ángulos es sólo un pequeño obstáculo que hace más intenso el placer (aunque sea un placer poco apto para no iniciados).

Se puede empezar el primer disco y obra maestra de Television por su primera canción, claro, por «See no evil». ¿Por qué no fue este su primer single? Qué manera más tonta de hacer las cosas más difíciles. Si el punk-pop podía ser mejor que los Ramones (o los Rezillos), sólo ésta era la alternativa. Los coros son gozosos, el empuje, irresistible. «¡Así noooo!» ¿Cómo que así no? «¡I see noooo... evillllllll!!!!!!!»

 

 Cuando «Venus» empieza, nos agarra el corazón y estamos perdidos. Venus (de Milo), ojo. Es preciosa. Y muestra que la delicadeza promete más cosas que punk-pop. «Me siento bien en los brazos de Venus de Milo.» ¿¿Cómoorrrrrrr?? No importa que no se entienda nada. Si esta canción no te deja sentado de culo, no sigas adelante.

 

 Claro, en vez de los «brazos» de la Venus de Milo, a mí también me vendría bien algo más de... «Friction». Sí, sí, dale, dale. ¡Dame roce! Pero..., cuidado. Parece peligrosa esa guitarra. Quizá no sea tan fácil calentarse con el roce.

 

 Ummm, si no has venido directo aquí, ya toca «Marquee Moon». Podrás comprobar el increíble ritmo entretejido que forman cuatro músicos a la vez. Parece mentira, pero no tocan lo mismo, cada uno dice su parte, todo se une y... ¡Bingo! Guau, los fraseos de guitarra. Si algo me parece asombroso de esta banda es su capacidad para tejer frases melódicas repetitivas que se meten hasta el tuétano y conducen la canción como un misil. Son originales y variadas, y a la vez se perciben como una evolución del rock and roll.

 

¿De qué habla Tom Verlaine? Ni lo sé, ni me importa. Pero me toma, me suspende y me eleva en perfecta levitación. «Elevation», pura melancolía... Y de pronto, en el estribillo, dolor (Dios mío, ¿qué elevación es esa que da dolor de cabeza?), un ramalazo eléctrico a contratiempo y guitarras que son agujas hipodérmicas. Mala suerte, no todas las historias son bonitas.

 

 «Guiding light» comienza de una forma muy dulce, para compensar. Es casi una nana: frágil, con un piano arrullador. Qué emoción, la guitarra, cuando entra para rubricar la melodía.

 

 «Prove it» es un caso detectivesco. Ellos sabrán cómo se solucionó. Desde luego, es una caso cerrado, de ritmo juguetón, que se quiebra y se multiplica como un choque de átomos. De verdad: «Pruébalo. Sólo los hechos. Es Alto Secreto»: Delicatessen.

 

 «Torn Curtain» es hermosa y dolorosa a la par. Cierra el disco con amargura. Muestra el lado sombrío de una belleza que se deshace en lágrimas, lágrimas que se deslizan como los años.

 

 Cuidado. Este grupo tiene mucho peligro. Quien avisa no es traidor. Quizás demasiados ángulos, demasiados sentidos, demasiadas aristas, demasiado crípticos. Y por eso mismo, indiscutibles, diferentes, asombrosos. Admirables. No me resisto a un bonus con una versión atómica de un clásico de Bob Dylan, ¡una versión que mejora la original! (ya la hacían en 1978, que conste).

 

domingo, 5 de agosto de 2012

Warren Zevon. Un poco de Higiene sentimental.



Llegan las vacaciones y es un buen momento para hacer limpieza. Aprovechar el paréntesis para vaciar reductos emocionales a los que no podemos prestar atención en otro momento del año.  Muy fácil, te sientas frente a un río junto a unas mimosas y miras a lo lejos y seguro que sale todo.

El Señor Zevon ya no podrá hacerlo, murió hace nueve años víctima de un cáncer de pulmón. Cualquiera de sus discos es recomendable, los he ido acumulando en digital durante todos estos años. Os presento éste del año 1987 porque es el único que tengo en vinilo, pero cualquier otro que oigáis no os decepcionará. Inolvidable su disco de despedida de la vida (“The Wind”), en el que colabora una lista interminable de artistas de renombre (tenía una gran reputación entre sus compañeros), que salió editado dos semanas antes de su muerte. El muy cachondo llevaba años luciendo una calavera fumando que cubría sus cuencas con dobles lentes similares a las que él utilizaba. Una premonición que se convirtió en desgraciada realidad.

Mi favorito de él es “Learning to Flinch” de 1993. Una grabación “en vivo” en la que acompañado por guitarra o piano sienta cátedra de lo que es un concierto. Nada de grandes estadios y públicos lejanos. Salas pequeñas y desconocidas en las que retumban los sonidos de los vasos al ser servidas las copas por los camareros.

En casa lo conocimos a raíz de su tercer disco, el “Excitable Boy” de 1978, sobre todo de esa cruda canción interpretada en tono casi alegre por un tipo con cara de no haber roto un plato en su vida. No pudimos seguirlo después porque sus vinilos no se editaban en nuestro país, no se le oía en la radio y no lo conocía ni “el Tato”.  

En “Sentimental Hygiene” se rodea (como siempre) de los mejores músicos, en este caso (entre otros) por componentes de los REM, supongo que alguien vio posibilidades comerciales a esa colaboración y por eso fue editado en nuestro país. Como casi todo lo suyo pasó desapercibido... Peor para todos los que no lo han oído.

La canción que da título al disco cuenta con (ATENCIÓN, ATENCIÓN): Neil Young (menudo solazo se pega el tío), Waddy Watchel y Peter Buck en las guitarras; Jorge Calderón (como siempre) en el bajo; Bill Berry en los tambores y Zevon cantando y al teclado. Pura fuerza, sólo por esta canción vale la pena el disco.

La cosa no se queda aquí, nada de cancioncillas de amorcitos y zarandajas. Una de boxeadores que se matan en el ring (“Boom Boom Mancini”), una historia real de lesiones cerebrales, muerte, depresión y suicidio.  Y la siguiente de trabajadores oprimidos en “The Factory” respirando asbesto, rindiendo pleitesía al patrón para sacar adelante a los hijos. Todo ello con ritmos desenfadados que si no entiendes inglés o no te fijas en la letra te pueden hacer bailar sin reflexionar.  En la armónica nada menos que Bob Dylan.

Le sigue una colaboración con JD Southern “Trouble waiting to happen” ... Ya se ve, un hombre nada optimista.

La cara A se cierra con una balada en mayúsculas, para ésta no se necesitan idiomas sólo oír la guitarra de Waddy Watchel al principio y la lenta voz de Zevon ya estás alerta, pero cuando entra en juego el armonio en las manos de Don Henley (Sí, sí el de los Eagles), ya sabes que es toda una petición de perdón, un juramento marcado con hierro candente. Por eso se titula “Reconsider Me”. El bajo lo maneja Tony Levin.
“And I’ll never make you sad again. 
Cause I swear that I’ve changed since them. 
And I’ll never make you sorry if you’ll try.”

En la segunda cara David Lindley le atiza a la “lap steel guitar” con su habitual maestría en “Detox Mansion”, guitarreos anfetamínicos para una casa de rehabilitación frecuentemente visitada por músicos y todo tipo de artistas, pero ...¿Quién no tiene algún defecto?
 En “Bad Karma” colabora Michael Stipe. Vaya título, este hombre se reconocía como perdedor y se reía con todo el descaro de ello. Admirable. 
 La muy rockera “Even a dog can shake hands” compuesta junto a la plana mayor de los R.EM. es una ácida crítica a todos los personajes que rodean a los artistas y se intentan aprovechar de ellos para su beneficio. Este hombre no deja títere con cabeza.
 “The Heartache” es la otra concesión al amor de este disco. “Sombras cayendo en el sol del mediodía . Sentimiento de tristeza al máximo. Mira lo que pasa cuando amas a alguien y no te corresponden.”
 El disco finaliza con una canción de discoteca, nada de instrumentos rockeros, un estribillo pegadizo y gracioso “Leave my monkey alone” y otra cítrica crítica, en este caso a la paternalista colonización europea del África, mientras de fondo suena “Blancos volved a Europa. Libertad para África”.
Seguro que te lo puedes descargar pero... ¡Hombre, enróllate y gástate unos duros! Que sus herederos seguramente lo merecen. Buen verano y buena suerte.