sábado, 26 de mayo de 2012

Fleetwood Mac. Corren rumores de que no eran tan malos



No recuerdo que tuviéramos Rumours (1977) en nuestra discoteca. Pero sí recuerdo que sonaba mucho por la radio y creo que teníamos la mayoría del disco grabado en un cassette. El éxito fue sonado. Y en aquel entonces no tenía ni la menor idea de que Fleetwood Mac hubiera sido un grupo de blues liderado por Peter Green (de hecho, me enteré después, en 1979 ‒cuando José Mª Pallardó aireó su disco In the skies‒, de que había sido su guitarrista, luego enajenado y encerrado en un psiquiátrico, pero entonces aún no era capaz de comprender la diferencia de estilo y sonido que eso significaba). «Albatross» era una canción que me sonaba familiar, pero que no asociaba con Fleetwood Mac. 

Y tengo la idea de que en 1977 eran comerciales, demasiado pop. Sin embargo, me gustaban mucho. Después, años después, demostraron al mundo que se puede ser aún más y más comercial, queriendo sonar modernos y echando a perder un sonido maravilloso. Rumours es un disco fantástico. Era el límite. Historias de amor y desamor (concretamente la historia de cómo sus dos parejas se separaban). Melodías atractivas, arreglos perfectos, combinación de voces con gusto. Y Stevie Nicks envolviendo el paquete con elegancia. Negra mariposa. (¿Por qué hay gente que habla del «sonido» de los 80 y tuerce la boca? Porque gente como Fleetwood Mac se dejó seducir por la moda, en vez de dejar que los de los 80 sonaran como quisieran sin perder la propia personalidad.) 

Ahora comprendo mejor su evolución. Ya antes de fichar a Stevie Nicks y a Lindsey Buckingham, podían sonar a Rumours (por ejemplo, en el Mistery to me, las canciones «Just Crazy love», «The Way that I feel» o la maravillosa «Why»). Pero también podían jugar a sonar a Boney M (demasiadas ganas de triunfar lejos del sonido blues). Precisamente por eso Rumours cobra una importancia especial, porque es el momento en que equilibran la inspiración, la maestría y las ganas de gustar. 

«Second had news» es la fórmula Buckingham-Nicks para saber a qué atenernos. Una especie de marcha pop con la voz principal masculina (si gritara sería un perfecto Robert Plant-Ian Gillan) y Stevie haciendo coros, dando la réplica. La melodía es perfectamente tarareable, casi infantil, pero tiene una línea perfecta. Para fiestas de divorciados. 

 

 Entonces, amigos, dan un salto de fe y ponen como segunda canción «Dreams». La guitarra susurra; Stevie Nicks habla bajito, al corazón; del grupo brotan las pulsaciones. La melodía crece, crece y... «el trueno sólo suena cuando llueve. Los músicos sólo te aman cuando tocas». ¡Toma ya, Lindsey! Por si te creías que aún te hago caso. (¿He dicho ya que todas las letras tratan de las separaciones sentimentales entre las dos parejas del grupo?). Esta canción es tan buena que vale por todo el disco. Punto. Os vais a enterar.

 

 «Never going back again». Bonita canción folk. Ejercicio de guitarra para expertos.

 

 «Don't Stop». Ou yeah. Poderoso single. Para trotar. Dejemos atrás las penas. No te pares. El ayer se ha ido. No mires atrás.

 

 «Go your own way.» Guitarra cremosa. Buena batería. Explosión de sentimientos. Ve por tu propio camino. La separación no tiene vuelta atrás. Guau, aquí se combina el estribillo con un solo de guitarra potentazo.

 

 «Songbird.» Esta es para llorar, de tan bonita.

 

«Silver springs» fue un descarte. No estuvo en el disco original del 77. ¿Cómo es posible? (Me parto de risa:) Porque en los discos de vinilo no cabía más música. Ahora, en los cedés, sobra paja por doquier; pero entonces se veían obligados a desembarazarse de obras maestras como esta. Wonderful.

 

«The Chain.» Esta en directo es un espectáculo, porque es como si Lindsey y Stevie se dijeran a la cara un par de cosas. Potente. Es una sinfonía pop sin resquicios. Un crescendo imparable. Recuerdo que me ponía la piel de gallina cuando dice: «Ya no me amas, ni me volverás a amar, pero aún puedo oírte decir que tú no romperías nunca la cadena.» Uff, este tío sabe tocar la guitarra. Solazo. Final de harmonías vocales en todo lo alto. A tope. Obra maestra.

 

 «You make loving fun.» Sensibilidad. Christine McVie, siempre más atemperada que los otros dos, siempre con un punto de sabiduría musical en los arreglos. Esta canción parece cualquier cosita agradable, al principio. Se te pega, después, con sutileza. Y al final resulta una delicia irresistible.

 

 «I don't wanna know.» Está bien. Vale. Yo tampoco.

 

 «Oh Daddy.» La buena de Christine, acordándose de Mick Fleetwood, el batería. El quinto en discordia, que mientras toca se pregunta: ¿Y a mí quién me ha dado vela en este entierro? Pues la de la amistad, papito. Gracias por estar ahí.

 

 «Gold Dust Woman.» Bueno, hay que quitarse el sombrero. Canción libre, misteriosa, irresistible. Trata de la cocaína, por cierto; lo he oído de los labios de su compositora. Un poquito de psicodelia, un poquito de sentido del ritmo, un poquito de subidón y... la voz de Stevie. Grande.

 

viernes, 11 de mayo de 2012

The Psychedelic Furs. Talk, talk, talk. Vestidos de rosa sin parar de hablar.


El grupo de los hermanos Butler fue realmente innovador en cuanto al sonido post-punk. Este disco oído en el siglo XXI tendría más difícil destacar, pero estamos hablando de 1981 y en ese año, la propuesta sonora de estos ingleses era realmente atractiva. Su sonido sucio y aparentemente poco pulido, junto con la voz algo cazallera del cantante son herederas directas del fin de los setenta, pero las propuestas guitarreras de John Ashton repletas de distorsiones y ecos junto con el uso del saxofón y los teclados, manejados con habilidad en este disco por Duncan Kilburn, introducen un giro argumental a medio camino entre la bisoñez y mala leche del punk y los sonidos más sofisticados de los “new romantics” y el “tecno pop”. 

En éste, su segundo disco, predominan las propuestas más rockeras por encima de las más melódicas que se comienzan a introducir en su excelente tercer disco “Forever now” en canciones memorables como “Love my way”.

Aunque se mantuvieron unos cuantos años tras este disco, la progresiva comercialización de su sonido y la persistencia en repetir las mismas bases musicales en sus siguientes trabajos, acabaron con ellos y no duraron más allá de una década. Recientemente se han reunido parte de sus integrantes y el año pasado hicieron una gira en la que tocaron íntegramente este álbum para celebrar su treinta aniversario. Lástima... no los ví. En directo sonaban realmente compactos y profesionales, los ví varias veces, la primera en Studio 54 en 1984, recién salido su cuarto disco “Mirror moves”. Un excelente concierto.

El disco está lleno de buenas canciones. Sonó de forma recurrente en el radio cassette de mi coche durante años alegrando noches de juerga o acompañándome a todo volumen con las ventanillas abiertas para ir a trabajar por la mañana.

“Dumb waiters” abre el disco con potencia, riffs de guitarra y solos de saxo rodeando la desgarrada y desgarbada voz de Richard Butler. Le sigue una de sus canciones más conocida “Pretty in pink” probablemente su más importante “hit” que posteriormente regrabaron coincidiendo con su aparición en una película con el mismo título.  Estribillo pegadizo y guitarrazos estridentes para la historia.

“She doesn't have anything You want to steal. Well Nothing you can touch... Pretty in pink
Isn't she?”


A partir de aquí se suceden en la cara A “I Wanna Sleep with you” caótica y ruidosamente interesante. “No Tears” un clásico en el repertorio de los de la piel psicodélica, hipnótica y con un interesante solo de saxo y; “Mr Jones” con reminiscencias punk y las cuerdas vocales del cantante con claras muestras de necesitar un otorrino y ráfagas de saxo y guitarra entremezcladas en la parte final. 


 La segunda cara comienza “sin ningún tipo de amor” con “Into you like a train” presidida por redobles de tambores,  guitarras, saxo y estribillo enmarcado por los teclados a toda velocidad, mejor imposible. Los Jawbreaker hicieron una interesante versión en 1995 dura la mitad que la original pero es más que suficiente, menos sofisticada pero extraordinariamente efectiva. La continuación con “It goes on” y “So run down” insiste en la misma dinámica, está claro que quieren marcar estilo y territorio y que el nivel está alto. Para mí la mejor del disco es “All of this and nothing” una larga canción de seis minutos que comienza con guitarras suaves, lejano saxo y percusiones que se difuminan en la oscuridad para dejar paso a la canción. La voz de Richard Butler suena mejor que en todo el resto del disco, en primer plano, asumiendo el protagonismo sobre los músicos, que pese a ello se emplean con todo su músculo, el tempo es algo más contenido y el sonido discretamente más limpio... están en su esplendor, por ponerle un pero, algo más corta hubiera sido suficiente, quizás sobra el epílogo instrumental que redunda en el argumento del prólogo. La balada final, facilona y agradable, desentona un poco en esta segunda cara llena de propuestas más agrias,  pero si se escucha aislada es un caramelito bastante apetitoso.

En resumen un disco que define un estilo personal  y que ha resistido muy bien el paso de los años. Un grupo hoy casi olvidado pero con siete discos en diez años que vale la pena (re)descubrir. Ideal para una tarde/noche calurosa como la de hoy. Un alma caritativa lo ha subido completo a youtube. Gracias amigo.

martes, 1 de mayo de 2012

Bob Dylan. Iniciación a una sangría de lirismo



Una y otra vez recurro a la infancia y al radiocassette, ¿por qué tendría que evitarlo? Comprendo que la idea de cubrir con un velo personal la música que muchos ya conocen, o que merecen conocer a su manera, pueda tener sus detractores. Pero no conozco ningún dato objetivo que me haya hecho correr a comprar un disco con el alma en vilo. En cambio, eso lo han logrado los comentarios subjetivos, a veces velados, a veces a gritos, siempre cercanos al terreno literario.

Corría 1975, la cinta tenía una de las portadas menos atractivas que haya visto; la música de Bob Dylan luego se presentaría raras veces en nuestro tocadiscos, y sin embargo..., Blood on the tracks es uno de los discos de entonces que recuerdo con más simpatía (y que no he dudado en comprar en cedé). Lo pusimos muchas veces, y nuestra preferida, creo recordar, era «Shelter from de storm». A mí me gustaba, cómo no, es un gran disco (me inclino a decir: una obra maestra), pero siendo Dylan hay un par de cuestiones que se deben superar.

Su voz. El timbre se ha hecho ya famoso, claro, y junto con el de Lou Reed, creo que es de los más imitados en el rock. No gusta a todo el mundo, pero lo cierto es que es molón. Y en este disco, concretamente, encuentro que Dylan canta como los ángeles: entona, afila, grita, gime y da intención a todo lo que dice (todo lo que uno imaginaba a los diez años; recordemos mi ignorancia del inglés).

El rollito country. Por suerte, me he recuperado de esa enfermedad. No es que me trague cualquier cosa con violín cajún y lap steel, pero ya no tengo el prejucio de entonces. Hay que seguir teniendo cuidado, porque está lleno de basura... Pero no confundamos: Dylan viene del blues y se encamina a donde le da la gana; por lo tanto, nada que temer. Sólo de forma miope se le puede clasificar como country.

Una vez superado eso, una vez se ha comprendido que Dylan es un cantante callejero con alma de rock and roll, uno está preparado para estremecerse con Blood on the tracks.

Debo avisar de que este disco combina las versiones grabadas, en primer lugar, en New York, y luego en Minneapolis (circula un Blood on the tracks New York sessions que hay quien dice que es mucho mejor). El cassette, mi disco, lo que me hace volver a 1975, es la versión oficial. Y aunque este diga que... y el otro responda pero..., debo respetar las leyes de la nostalgia. Sin embargo, parece que en internet es difícil encontrar muestras para compartir del disco original. He hecho lo que he podido. Así pues, recomiendo que la gente se lo compre. Al fin y al cabo, últimamente parece que los discos clásicos no están tan caros.

Una canción preciosa inicia el viaje: 1. «Tangled up in blue.»

 

Voz de convaleciente, bonitas guitarras acústicas, acompañamiento sobrio. Qué grande es el señor Dylan para narrar historias. Me gusta su estilo (que por momentos aburre): recita la letra, la rapea, parece que sólo le dé melodía en el final de los versos, añade anécdota tras anécdota al cuento, cambia las entonaciones..., y entonces revienta y se convierte en estribillo, o mejor dicho, en el propio título de la canción. El grupo le proporciona un colchón envidiable. Al final, la armónica. Es Dylan puro. 

 2, «Simple twist of fate»: Qué belleza. Esta versión está muy bien, pero..., la del disco es mucho más hermosa en su juego de guitarras acústicas, en el eco de la voz, en la profundidad del contrabajo, en la dicción.



3. "You're a Big Girl Now." Hay algún loco por ahí que dice que esta versión es superior a la del disco. Incluso llega a decir que la del disco es UNA MÁS. Perdónales, porque no saben lo que dicen. Hay que ponerse de rodillas. Vamos, que siento de verdad no poder compartir la versión del disco. Dios..., ¡pero si es la mejor!

 

 4. "Idiot wind." Comparto todo ese desprecio, toda esa burla y sarcasmo. No somos nada. Me recuerda que hay que decir que el tipo que tocaba el órgano lo hizo de puta madre (en todo el elepé).

 

 5. En "You're Gonna Make Me Lonesome When You Go" encuentro que las reflexiones de Dylan, parece que cercanas a la reciente separación de su esposa Sara, se suben a un vagón de country acelerado. Me encanta cuando se hace el listillo (igual que su amigo Van Morrison) y compara sus tormentosas relaciones amorosas con las de Verlaine y Rimbaud (me encanta ahora, que puedo entender lo que canta). Para que os hagáis una idea, Verlaine le pegó un tiro a Rimbaud. Me gustaría recordar aquí, caprichosamente, el inicio del poema de Luis Cernuda (jamás está de más): 

El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida
En esa casa de 8 Great College Street, Camden Town, Londres,
Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja,
Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron,
Durante algunas breves semanas tormentosas.
Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde,
Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían.



Bueno (¿cómo que bueno? ¡Menudo discazo! ¡Menuda primera cara!), hay que sacar la cinta, darle la vuelta, introducirla de nuevo y... la segunda cara. 

1. "Meet Me in the Morning." Esto es campo viejo. No es negro, pero casi. Aprecio mucho que la gente sepa encontrarse por la mañana.

 

 2. "Lily, Rosemary and the Jack of Hearts". Esta sí es descaradamente country, o similar. En fin, no es lo que más me gusta, pero no por nada..., son prejuicios.

 

 3. "If You See Her, Say Hello." Cuando tenía catorce o quince años pensaba mucho en este título. Mi ilusión era encontrarme con ella. No había entendido nada de lo que dice la canción, claro. Esta tiene una versión muy bonita de Jeff Buckley (claro que él todo lo hacía bien, ¿no?). Si la hubieran hecho los Eagles, se notaría a la perfección el valor del poeta contrapuesto a la caricia de la FM.

 

 4. "Shelter from the Storm." Qué buena. Entra, dijo ella, te daré cobijo contra la tormenta. Guau. La narrativa genial de Dylan, la capacidad de componer estrofas que estallan en el título-estribillo. Todo gira y rueda hasta su lugar natural. ¡Eso es un trovador! Qué buena. Y aún mejor leyendo ahora la letra.



5. "Buckets of Rain." Sí, sí, creo que en el cassette los títulos de las canciones venían traducidas, y yo pensaba: ¿Cubos de lluvia? Menuda gilipollez. La guitarra es una maravilla. Simple. Me gusta incluso cuando parece que el guitarrista no consigue el sonido deseado. Folk muy cercano a lo que había hecho un Nick Drake.

 

Bob Dylan, esa obviedad. No os perdáis este disco. La descarga emocional es de excepción. ¿Cómo quejarse de su manera de cantar si es capaz de expresar tanto, si es capaz de hacer teatro con las inflexiones de voz? A must have. Algo así como la mousse de limón.