sábado, 24 de noviembre de 2012

China crisis. Luciendo la imperfección

Siempre que llega el final de Noviembre vuelvo a poner este disco. Me lo regaló para mi cumpleaños, en un fin de semana que pasamos en el Montseny, un buen amigo con el que compartía trabajo, confidencias y horas a la búsqueda de un destino. Una de las primeras cosas que hice fue grabárselo y durante años estuvo en el radio-cassette de su coche acompañándonos en nuestras correrías. Estoy seguro que todavía lo tiene y lo escucha de vez en cuando.

Los China Crisis eran un grupo algo atípico en su época. Se llevaban más los guitarrazos algo acelerados, los estribillos pegadizos y unos arreglos poco elaborados. Algunas grabaciones eran bastante deficientes, y exhibían un sonido algo sucio que luego se confirmaba en directo. Ellos se empeñaron en enseñarnos que se podían ejecutar melodías sofisticadas, elegantes y suaves y al mismo tiempo ser modernos.

Los ví en directo teloneando a los Simple Minds en Abril de 1984 en Studio 54 (durante años conservé la entrada), en el Paralelo barcelonés, y confirmo que su sonido, para lo que estábamos acostumbrados en aquellos tiempos, era finísimo. Yo los conocí (¡como no!) en una grabación "cutre" de mi hermano, entremezclados con otros temas, por ejemplo, una preciosa canción de Nick Heyward "Whistle Down The Wind". Ni indicaba el título de su primer disco, que por supuesto estaba convenientemente podado y era difícil de encontrar (No lo compramos ni nosotros, que ya es decir, y duró muy poco en el mercado hispano). Pero rápidamente fuí abducido por sus ritmos y tuve ganas de escuchar más, así que me fuí comprando todos sus discos posteriores. Curiosamente, ese primero (con el sugerente y complicado título de "Difficult shapes and passive rhythms. Some people think it's fun to entertain") es el único que no tengo en vinilo.

En este su tercer disco, tras un título humilde, se esconden un conjunto de canciones impecables, con una producción exquisita a cargo de Walter Brecker (Steely Dan) que añade unos brillantes metales a sus composiciones y esas pinceladas resaltan todavía más la pulcritud de los ritmos, los sonidos de las guitarras y los ambientes de algunos pasajes. Como si un pintor experto diera unos retoques a unos cuadros excelentes de unos principiantes. La parte negativa del tema es que en algunos momentos se parecen tanto al grupo del productor que ... las comparaciones son odiosas.

Sin pensar en absoluto en las letras (que tienen un cierto tono político y reivindicativo), su música me pone de buen humor, eleva los ánimos y algunas canciones se adecúan bien a los mecimientos de hombros de los que nunca bailamos. Tan suave queda el conglomerado que hay que tener cuidado para que no resulte empalagoso, pero en la dosis adecuada el pastel es delicioso y el chocolate baja la tensión y es antidepresivo.

"The highest high". El bullicio de unos niños y los silbidos de un paseante en la introducción me sugieren un tranquilo paseo por un parque, justo después de comer, meditando. "Fight you fight for what is yours."
"Strenght of character" Una de las mejores del disco. Esta versión en directo me parece muy buena. Apunta bien: "No te apresures... tómate tu tiempo para comparar y viajar a todos lados".
"You did cut me" La calidad del disco aumenta, las dos primeras eran buenas pero esta tercera "te corta" por la mitad. Una canción en el más puro estilo Steely Dan, instrumentos de viento y punteos certeros de guitarra. Gary Daly se luce cantando. Un amor cortado como un árbol podado.


"Black man Ray". El primer single del disco. Llegó al puesto 14 en las listas de UK. "Siempre se puede aprender conforme pasa el tiempo". Un nuevo mensaje para el pueblo llano

"Wall of God" Algo más personal e intimista. "And for the first time In my small world I have touched on greater meaning. And for the first time In my small world I have given myself to learning"

"Gift of freedom". Excelente. Claramente reivindicativa, les da credibilidad como artistas. "And will the whole damned world fall down. Before we've learned to share what we've found".


"King in a catholic style" La más prescindible del disco, para mí baja el nivel, quizás porque es la más diferente. Tono claramente de crítica política. Tuvo su éxito como single en las listas.
"Bigger the punch I'm feeling" Original título para una bella canción. El toque de Walter Brecker está elevado al máximo en el regulador. ¡Preciosa! ¡Preciosa! ¿He dicho ya que es preciosa? "Date cuenta amigo, hay otros puntos de vista y yo podría estar en lo cierto. Sólo ves la vida en blanco y negro."
"The world spins I'm part of it" .El mundo gira y gira y aunque lo intentas no le encuentras sentido a la vida. ¡Que se pare el mundo que me quiero bajar! que dicen algunos castizos.
"Blue Sea". Magnífico final para el disco, una canción de un azul tan profundo e intenso como la portada o como el fondo de los oceános. No hace falta que todas las canciones hablen de amor para emocionarte.


martes, 20 de noviembre de 2012

Pretenders. De la aspiración a la farsa como una de las bellas artes




Estamos en 1979 (más bien 1980). Sale a la calle un discazo. Un cañón. ¿Cómo llega a nuestros oídos? Por un single: «Brass in pocket» se mete en casa incluso a través de su videoclip. Y si una canción es perfecta..., ¿qué?, ¿le vas a dar la espalda? Luego resultó que la mezcla de pop luminoso y ¡rock-and-roll! en este primer disco hacía palidecer a tres mil grupos punkis. 

¿Qué pensarán hoy los jóvenes de este grupo? ¿Los conocen desde este disco, o solo han escuchado los últimos grandes éxitos? A mí se me agotaron después de «Don't get me wrong». ¡Pero de qué manera! Menudo pedazo de canción. Y si pienso con ánimo crítico en ellos, considero que tienen tres discos (y a veces creo que sólo los dos primeros). ¿Qué pensarán los jóvenes? Quizá que Crissie Hynde sólo canta baladas. Pero, amigos, Pretenders es puro rocanrol. 

Hay que acudir a inernet y contemplar el concierto de 1981 en Alemania. ¡Uf! Cuidado que corta. Los dos primeros y esplendorosos discos de muestra. James Honeyman Scott enseñando cómo se toca la guitarra. Luego el caballo y la farlopa se llevaron al guitarrista, y también al bajista, Pete Farndon. Y el grupo se convirtió en The Pretenders. 

A mí me asombra todavía, cuando recientemente he vuelto sobre ellos a causa de las ediciones remasterizadas, la capacidad de hacer canciones propias, de mezclar géneros, de crear climas. No eran un grupo de éxitos (solamente); no sólo producían trallazos de rock; además, podían dibujar un reggae extraterrestre como «Private Life» (no me canso nunca de oírla). Por mucho que fueran número uno, tenían muchísimo más que ofrecer. Y te lo daban. Vamos si te lo daban. 

Este es uno de esos discos en los que me quedé colgado de la segunda cara. Tremenda. Demoledora. En fin, no voy a comentar las canciones. Que se defiendan por sí solas (por cierto, no creo ni por asomo que "The Pone Call" o "Space Invader" sean temas menores). Os dejo con el disco entero y luego troceado (la mayoría en directo). A disfrutar. Sólo quiero declarar una última cosa: Por mucho que este grupo se llamara Farsantes, y por mucho que Crissie Hynde rozara el horterismo (años más tarde), los Pretenders fueron un grupo auténtico. ¿Os acordáis de lo que eso significaba? Pues los Pretenders lo eran. Auténticos.

 El disco entero:

 

 Precious

 

 The phone call

 

 Up the neck

 

 Tatooed love boys

 

 Space invader

 

 The Wait

 

 Stop your sobbing

 

 Kid

 

Private Life

 

 Brass in pocket

 

 Lovers of today

 

Mistery achievement

 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Moon Martin. Noches calurosas, corazones fríos y manos desesperadas.


 
Nada se sabe hoy en día de este hombre al que he recordado hoy mientras sonaba una versión de "Motherless child" interpretada por "Max Roach and JC White Singers"en el que se han intercalado de forma casual riffs de guitarra del éxito más importante de este guitarrista de Oklahoma, "Bad case of loving you". Cosas de los ordenadores que se ponen en marcha melodías sin querer. La verdad es que la mezcla sonaba de cine.

Y es que en en el momento menos esperado el subconsciente rinde un homenaje a cualquiera y yo llevaba días dudando sobre qué disco escribir y entre los varios que se cocían en la olla estaba este "Shots from a cold nightmare".

Creo recordar que conocí a este rubio guitarrista de pelo lacio y mirada tímida tras enterarnos de que esa espléndida canción interpretada por Robert Palmer era obra suya y entre eso y que sonara alguna vez en la radio "Hot nite in Dallas", no tuve ninguna duda para hacerme con éste álbum. No estoy seguro de este dato, pero diría que en España salió primero el Secrets de Robert Palmer y aprovechando el tirón comercial que tuvo ese disco, editaron el primero de Moon Martin.

También compramos el segundo ("Escape from domination"), pero fue víctima de uno de esos trapicheos de mi hermano y probablemente sustituido por uno de "rock sinfónico" del que en esa época era apasionado. ¡Ostras! Éste también fue víctima porque no lo encuentro en vinilo en mi discoteca. ¡Juan, cuando te pille te voy a dar una colleja!

Moon Martin es un músico de prestigio entre sus compañeros, nunca tuvo mucho éxito personal, se movió entre el rockabilly, el blues y el country y sus composiciones de más éxito lo fueron en las voces de otros cantantes. Es probable que ese sea su único punto flojo, una voz con cierta falta de empaque para el gran público o para los promotores (porque a mí en directo me suena tremenda) y un aspecto desangelado para unas canciones con contenidos tan fuertes.

Este es un disco "sólo apto para varones". A ellas, en algunos momentos las deja muy mal. Por lo tanto, mejor mantenerlo alejado de sus pabellones auriculares.

La primera canción ("Hot nite in Dallas) es casi perfecta para iniciar un disco. Es una de esas que te ponen a cien por hora, te obligan a bailar (incluso a mí que no bailo nunca hasta más allá de la tercera copa), a conducir rápido y a corear la canción. Ideal para ponerla en marcha al recoger a tus amigos para una noche acelerada marcada por las guitarras. Una canción que da calor incluso en el más gélido invierno.
"Victim of romance" es un medio tiempo, una pequeña tregua para que recuperes aliento, más acariciadora que la primera, se empieza a poner un poco meláncolico. Espera que llegues pero hoy no vienes. Lleva tiempo en la puerta esperando pero hoy no sales.
Y claro... Viene la balada, llena de punteos afilados de guitarra, y piano de terciopelo. No te ha sentado bien el alcohol, y estás acosado en una esquina del bar, apoyado en la barra, mirando los movimientos de la camarera, hipnotizado por el balanceo de sus piernas. Se te llenan los ojos de nostalgia. "¡Sirve otra copa nena!" porque mis pensamientos me están matando. Sin desmerecer a Moon Martin, la imagino en la voz de JJ Cale o de Clapton y sonaría de maravilla.
A continuación (para mí) una de las mejores canciones del disco. "Paid killer", guitarras arrastradas por los suelos, teclados atmosféricos y unos coros ululantes. Mejor será que te despegues de la barra, que dejes de pensar en que ella te mata, que busques otro camino porque ella "sólo tiene veinticinco pero te está matando vivo." y así no puedes seguir.
"Cadillac walk" la popularizó Mink de Ville (que algún día tentrá su hueco en este blog) en su primer disco "Cabretta". Un temazo rockero que demuestra el gran valor como compositor de Martin. Aquí se viene arriba de nuevo el ritmo del disco. Una melodía de esas nacidas para ser interpretada en directo. Los teclados tiran de las riendas para que no se desboquen los caballos guitarreros, los tambores marcan el ritmo del trote y al final todo acaba en un desmelenado galope.
"Bad case of loving you" justifica de sobra que este hombre pase a la historia del rock. Tiene todos los ingredientes de las grandes canciones, calor, ritmo, desespero, estribillo pegadizo y unos guitarreos inolvidables. Una canción "sólo para hombres" (perdonádme chicas pero es así). Y es que una "cara bonita no hace bonito al corazón". Una píldora directa para la cura de enfermedades cardíacas. Digoxina en estado puro. ¿Alguien tiene dudas? Aquí la tenemos en directo.
En "Hands down" el nivel rockero está en su punto álgido y el disco ya ha conseguido convertirse en un clásico. "You win. Hands down. Hands down."
Volvemos a la balada y esta vez lo hace con una versión, porque "All I've got to do" es una composición de John Lennon publicada inicialmente en el "Win the Beatles" de 1963. Seguida de "You don't care about me". Éstas dos últimas no las encuentro por lo que tendrás que conseguir el disco para escucharlas.
El disco finaliza con "She's a pretender". A este hombre no se le dan nada bien las relaciones femeninas. Hay que ver como me lo maltratan, pero el lo soluciona a ritmo de rock and roll.
PD: Mi hermano ha leido el borrador y (seguramente preocupado por la colleja) jura que nunca tuvimos el LP, que teníamos el single y el disco nos lo dejaron y lo grabamos. ¡Hay que ver como se afloja la memoria con el paso de los años!!!! Da lo mismo... A disfrutarlo.

martes, 6 de noviembre de 2012

Magazine. Una canción se arrastra desde el sótano





Mi hermano compró el primer disco de Magazine, Real Life, en cuanto salió. Fue por recomendación del Vibraciones. Uno leía una crítica y se echaba al monte. Y de hecho, años después, cuando todo el mundo (considerando el mundo como un espacio muy pequeño de aficionados al rock) decía maravillas del carácter seminal de este disco y del paso adelante que representaba con respecto al punk, y cuando alguien señaló que apenas se habían vendido un puñado de copias en España en 1978 (quizás se demoró hasta el 79, no me acuerdo), mi hermano declaró partiéndose el pecho que, entonces, él era uno de esos cinco o seis «afortunados». 

Pero no fue fácil entrar en el «almacén» de Howard Devoto. Real Life era un disco muy variado, con canciones muy atractivas, pero también con piezas extrañas, que exigían repetidas escuchas (pero, ah, aquellos eran los tiempos en que los discos se ponían a girar una y otra vez, porque había que amortizarlos, porque uno se empeñaba en descubrir su secreto). A mí me hechizaba la portada del disco, y los títulos de las canciones. Pero algo en la mezcla hizo que tardara en degustarlo con absoluto placer. De hecho, tuve que realizar una operación retrospectiva: Cuando me rendí sin condiciones a su tercer disco, empecé a entender y a disfrutar de verdad el primero. 

Si no me equivoco, el segundo y el tercer disco de Magazine sonaron en casa en cassette, por gentileza de algún amigo (años más tarde me hice con sus respectivas copias en cedé y en plástico). Y en este caso no hubo duda. Al menos, no la hubo para mí, sobre todo en lo que atañe al tercero: The correct use of the soap. En 1980 (quizá en el 81), en casa, sonó a todo volumen «A song under the floorboards». Era la misma época en la que el «Disorder» de Joy Division nos había encandilado. Comparad los fraseos de guitarra. Eso era crear escuela (en un curso donde no era necesario ser Jimmy Page). 

A partir de ese momento, descubrí que la mezcla entre punk, teclados tecno y ritmo curvilíneo funcionaba de maravilla, y me hice incondicional de este disco, además, por la aparición de Laura Teresa en las segundas voces (porque si hay algo que tengo claro en este mundo, es que las segundas voces pueden definir una belleza que está ahí, en la canción, pero que sin los coros no llega a asomar. Es algo que me dejó patidifuso y absorto en el caso de Hatfield and the North y sus Northettes (Barbara Gaskin, Amanda Parsons y Anne Rosenthal), o más recientemente, con Absentee. Y ahora, con Laura Teresa, me sonaba a gloria eterna que me hurtas el cuerpo. Por favor, aquí no cabe todo, pero esa magia se multiplica en el primer disco en solitario de Devoto, Jerky versions of the dream: de lujo. Que no se queje quien no se dé por avisado). 

En Magazine, el sonido frío impera; la voz es punk, se burla, recita, escupe y se retuerce; los teclados crean un espacio de nevera y terrenos baldíos, y se retuercen; el bajo rebota y baila, y se alía con la batería (simple, poderosa) para crear un entramado de ladrillo obra vista (pero lo destruyen y también vuelan), y se retuercen; la guitarra chirría y crea tejidos de agujas hipodérmicas. ¿Qué puede haber de atractivo en este paisaje? Pues esto: la verdad que transpira el contraste, la voluntad de trascender, la falta de vergüenza en el encuentro del pop, el hallazgo inesperado de una hermosura que hiere mucho más profundamente. 

Si consideramos el terreno de la mitología, hay que subrayar la procedencia punk de Howard Devoto: los Buzzcocks, y también hay que señalar la explosión de John McGeoch en Siouxie and the Banshees, el adulterio de Dave Formula con Visage, y la rotundidad de Barry Adamson en los Bad Seeds de Nick Cave. Pocas veces ha estado tan claro que un grupo estaba formado espontáneamente por primeras figuras. Por otro lado, formaban parte del núcleo creativo de Manchester, junto a Martin Hannett (productor de este disco), Tony Wilson, Malcom Garret (diseñador de la portada de este disco, fea como pocas), Peter Saville, Morrisey, Bernard Sumner... Vamos, que Joy Division y los Smiths no salieron de la nada. 

«Because you're frightened». Suenan a algo nuevo. De verdad, son originales. Entiendo muy poco de lo que dice, pero noto que se dirige a mí, que se expresa claramente. Sólo hace falta que me imagine el mensaje.

 

 «Model Worker». Bueno, es post-punk, ¿no? Van a toda leche. Y de blandos, no tienen nada. Pero no son siniestros. Son otra cosa que anunciaba los ochenta, pero que era insoportable para la radiodifusión.

 

«I'm a party». Una delicia. El pop se hace aéreo. Aparece Laura Teresa. Nunca unas palmadas sonaron tan a tiempo. Hay una sensación de completo optimismo. Y una ruptura: el solo de saxo los aproxima a lo negro. Pero no. Son muy blanquitos y británicos, urbanos e intelectuales.

 

«You never knew me». La guitarra pone los puntos y las comas como a mí me gusta. Y llega una belleza invernal que se hiela a años luz del «Atmosphere» de Joy Division. No, aquí hay esperanza. El piano parte hacia un mundo distinto y luminoso. Laura Teresa consigue que esa esperanza no acabe en decepción.

 

«Philadelphia». John McGeoch, el maestro. Fue de los que se labró su destino a golpe de botella. Así es la vida. ¡Pero menudo riff! Esta canción cierra la primera cara como una losa. Hay desesperación. Pero es de las que recuerda el milagro de escuchar música y absorber el sonido de los teclados y cortarse con las guitarras y cabalgar con la sección rítmica que no para, que no para, que no para.

 

«I want to burn again». ¿Una guitarrra acústica! ¡WTF! Sí, descentrada, destripada, disoluta... Y caemos, y caemos, y caemos hacia el funk. ¡Cómo me gusta el sonido de Barry Adamson! Si esto fuera jazz, la peña estaría poniendo los ojos en blanco. Ya se acerca el cielo. Y quiero quemarme otra vez en él.

 

«Thank you (for let me be myself again)». ¿Decíamos funk? ¿Cómo es posible? En Nueva York, Robert Fripp jugaba con Blondie a versionear a Donna Summer. ¿Por qué no iban a hacer algo parecido los Magazine con Sly and the family Stone? Pero son bipolares: pertenecen al cuerpo y al cerebro, mitad y mitad.

 

«Sweetheart contract» (versión live). ¿Por qué comento un disco y luego pongo versiones en directo? Porque a mí me pareció un milagro cuando en internet pude presenciar lo que parecía imposible: las canciones de toda la vida delante de mí. Creo que aporta algo. En ésta se aprecia el equilibrio entre todas las fuerzas individuales de cada componente. Guitarrazos y duetos vocales. Ese equilibrio hace que Magazine sean muy especiales.

 

 «Stuck» /I'm a party (live). Tremenda. Imparable. Arranca y muere a cada momento. Un nervio vivo. Adamson se sale.

 

 «A song under the floorboards» (live). Impagable. Un diez. Parece after-punk y viaja hacia terrenos remotos. Ahora se ve más claro. Entonces te convencía su absoluta originalidad y su fuerza de expresión. ¡Qué grandes entre los grandes!

 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Joe Egan. Más allá de ninguna parte o Porqué me gustan los cantautores.

 
Cuando empezó mi afición por la música no les prestaba mucha atención a los cantautores, me gustaban las ondas “enrockecidas”, los amplificadores a tope de volumen, intentaba huir de las melodías suaves, renegaba de la canción protesta y por supuesto de cualquier tipo vestido con lentejuelas cantando con voz melodiosa. Aceptaba sólo a unos pocos de esos, respetaba mucho a Bob Dylan y a algunos clásicos rockeros. 

Con el paso del tiempo me he vuelto más ecléctico, más abierto y también más exigente. Hoy en día ya he aprendido que un hombre solo, armado de guitarra y voz, basta y sobra para disparar trallazos musicales de los que derriban paredes, funden los hielos y congelan las miradas, a veces mucho más potentes que los que van acompañados de gran parafernalia sonora, numerosos músicos y difusión publicitaria.

A Joe Egan lo conocí por sus excelentes referencias, compañero de Gerry Rafferty (que acababa de pegar un pelotazo impresionante con su primer álbum en esa época) en los Stealers Wheel (con los que tuvieron un exitazo de órdago que todavía perdura gracias a Tarantino y una escena llena de navajas y sangre: “Stuck in the middle with you”) y los de “Vibraciones” se marcaron una crítica de esas que me obligaban a salir y comprar un disco de forma compulsiva.

Era el mes de Noviembre, un mes de atardeceres tempranos,  y yo debía andar cerca de cumplir los diecinueve, una época ideal para aventuras, para meterse en un coche sólo con mochila y recorrer las carreteras en las horas en que las luces se funden, los colores cambian, las estrellas son visibles y los sueños crecen. Las melodías de este disco me recuerdan todo eso. Es música para conducir a ningún sitio.

Joe Egan me reconcilió con los cantautores, recita tan bien que casi se le entiende el inglés sin saberlo. Las melodías evocan lo necesario y los estribillos son tan claros que merecen la pena corearse.
“Back on the road” La canción que abre el disco vale toda una carrera musical, la que este hombre no ha tenido, ya que se apartó de la escena tras un fallido segundo disco. Imagino que todo el mundo esperaba un segundo Rafferty y el no cumplió con las expectativas. Ahora pon en marcha el motor y acelera suavemente por esa carretera mientras anochece, mientras conduces de forma automática, sin rumbo, adonde te lleve la senda, piensa en lo que quieras por que lo vas a ver claro. Esta canción te acompañará siempre. Los arreglos son de bandera.
“Ask for no favours” se inicia con una breve conversación y sonido de una caja registradora, silbidos satisfechos de la compra recién hecha con fondo de piano de cabaret. “Don’t put your troubles on me anymore” cantan los coros antes del tarareo... Deliciosa.

“Natural high” muy en la línea marcada por “Back on the road” ecos evocadores, arreglos elegantes y estribillo pegadizo “Don’t think of tomorrow just think of today”. Guitarrazos excelentes en el solo y en los punteos. Está tan claro que va conduciendo que hasta expresa sus dudas por vivir en la ciudad, por no volver atrás. Subo el volumen del radiocassette.
“Why let it bother you” está muy en la linea de las canciones de Rafferty, resiste muy bien la comparación, el ritmo es más rockero, pero los violines le sientan de maravilla sosteniendo algunas notas. “¿Porqué molestarte? Si no hay nada que puedas cambiar.” 
“The last farewell” es auténticamente campera, mandolina y acordeón, sonido muy americano, casi country, tal como suena me gustaría oírla por los Avett Brothers por ejemplo.
“Freeze” es de las más bellas del disco, sobresalientes los arreglos de cuerda (esa mandolina) y los coros. La entrada de la guitarra eléctrica le da el toque aquel que te hace levantar las manos, contonear el torso y sentir alegría. La melodía da esperanza para volver a encontrar el camino pese a las dudas.
“Pride” es pura música negra, blues blanco, otra que me gustaría que alguien revisitara. Es de esas que la pones hoy en un anuncio publicitario y se arma un lío multitudinario. Puede estar orgulloso de su canción. Pero... pero... ¡Qué buena que es! Perdonad la exclamación es que no lo he podido resistir.
 “No time for sorrow” no tiene nada que ver con la anterior, tiene un concepto mucho más folk, suave, acariciadora, una puerta abierta a la luz al final de la carretera.

“Leaving it all behind” es otro giro de tuerca. Rock sin duda, descarado. Aquí Egan saca el pecho, por si pensabas que todo era suavidad y terciopelo. Ya la hubieran querido para sí los Status Quo.
La guinda final del disco, “Out of nowhere”, es un cañonazo musical en toda regla. Perfecto para abrochar el fin de acto. Suena excelente cuando sólo hay voz y guitarra. Los arreglos que al principio de la canción me parecían excesivos, se convierten en excelsos en el tarareo final, mientras la voz se va disolviendo hacia la nada.

Un disco para conocer, escuchar, rescatar del fondo de armario. He pensado en él tras oír al recuperado Bill Fay. Estoy seguro de que Egan sigue haciendo canciones excelentes, igual sólo hay que empujarle para resucitar, para que vuelva a coger la guitarra, se meta en un coche y conduzca hacia ningún lado. ¿Alguien va a decir de una vez las palabras mágicas?