jueves, 14 de junio de 2012

Iggy Pop y James Williamson. Kill City: Cómo aprender de los errores


Un nuevo arrepentimiento. Sí, es verdad, este es uno de aquellos discos que vendí. No lo sé seguro, pero creo que sí, que, en efecto, era de vinilo verde. Mítico disco. Igual hoy valía una pasta. I'm sorry. Pero debe quedar claro que de ninguna manera lo vendí porque no me gustara. Es que tenía hambre de novedades y no tenía dinero. Entonces convencía a mi hermano para que me dejara vender algunos discos para comprar otros..., y él me lo permitía, alma cándida. 

Estoy seguro de que lo compró mi hermano por una crítica, creo que de Oriol Llopis, en Vibraciones. Yo no conocía a los Stooges en realidad, sólo por referencias. De hecho, no ha sido hasta hoy día que me he dado cuenta de que tuvieron un par de cosas que decir: cualquiera puede escuchar «Dirt» (del Fun House) y prever ya a los Joy Division. En este mismo Kill City puedo escuchar a Magazine y a los Psychedelic Furs (entonces no podía, claro, porque eran grupos que estaban a punto de formarse). 

Recuerdo que nos gustaban mucho «Consolation Prizes» y «Lucky Monkeys», y sé que «Johanna» está prescrita para cualquier melómano que se precie. Pero es verdad que notábamos algo, un desequilibrio, una falta de definición o de dirección. No lo considerábamos una obra maestra. 

Y de pronto pienso: Hombre, ¿porqué no un post sobre Iggy? Evidentemente, me hice con una versión digital ya hace años (pura melancolía de mis errores pasados). Y me digo: Merece la pena. Y entonces descubro que en 2010 se hizo una reedición. Redescubrimiento. Fenomenal. Parece un nuevo disco. Suena muy bien, muy potente y con las guitarras mucho más definidas. Casi todo es positivo en la remezcla. Alguna tontería, quizás, que me hace añorar el vinilo verde. Y precisamente por eso sé que en el pasado marcó huella. 

La canción que abre el disco y lo titula es un cañonazo. Y es la única de la que encuentro letra en internet. La ciudad es una trampa para un politoxicómano como Iggy, pero antes de morir de sobredosis dice que va a hacer ruido. Yeeaaaahhh, rock and roll. En fin, un mensaje simple pero bien estructurado: el antihéroe dispuesto a morir joven y a dejar un cadáver bonito.

   

«Sell Your Love» cambia de tercio. Saxos llenos de lirismo, coros negroides. La voz inicia una melodía medio susurrada. Como no entiendo a veces ni las canciones en castellano, en inglés me resulta difícil entender algo más que frases sueltas. Creo que una prostituta tiene que dejar contento a sus clientes. En fin, todos somos vendedores de amor. La parte central, en la que se vacía todo de música, pierde casi el saxo (que luego se pega un solazo maravilloso). Eso no pasaba en el disco original. Allí el saxo se mantenía en primer plano en todo el fragmento. Quizás sea la única ocasión en que echo de menos el viejo vinilo.

 

«Beyond the Law». Esto es serio. Caña de la buena. Los riffs de guitarra son muy «rollingstones» y los saxos se mezclan con ellos de forma contundente. Esto es aullar, señores.

   

 «I got nothin'». ¡Dios mío!, ¿es una canción de Bob Dylan? No, no, ahora se ve que no. Es rock and roll. Soy un pobre de solemnidad, no tengo nada, nada que decir, nada para vender. Me siento un trapo por dentro. Uf. Guitarrazos que hieren muy adentro, un cuchillo llamado James Williamson-Gibson Les Paul-Amplificador Marshall.

   

 «Johanna» me pone a cien. ¡Ouuu yeeeeeeeh! Saxo peligroso, fraseos de guitarra que erizan el vello de la nuca. ¡Ohh yeeeeeeeeh! He sido un soñador, he soñado con un amor perdido hace tiempo. Johanna, te odio, nena, porque eres la mujer a la que amo. Me jode decirlo, pero voy a volver junto a ti. Guitarrazos, el saxo se desgañita (¡pero por dios qué buenos son los saxos en todo el disco!).

   

«Night Theme». Bueno, va. Curioso. Creo que en su día me resultó difícil tragarlo. Pongo una versión unificada. Prescindible. En aquel entonces había que soportar la primera parte al final de la primera cara y la continuación al principio de la segunda. La gracia estaba en que luego viene un cañón.

   

«Consolation Prizes.» Melocotonazo, como dicen en un programa de Radio 3. Sí, sí, me estoy meneando (o sea, rockeando, ¿no?, es decir, bailando). Vale, hay mucho rolling por ahí... ¿Y? Problem? ¿No, verdad? Pues eso. También a mí me suena a Magazine y no voy a poner la mano en el fuego por que Howard Devoto escuchara este disco en un reclinatorio. En fin, bueníssssima.

   

 «No sense of Crime». Una guitarra acústica, un tipo que sabe usar la voz para hacer ruidos: Hey, hey (o jei, jei). El caso es que tenemos una especie de blues arrastrado y el caso es que cada vez me gusta más este disco perdido de antaño. Ella debe ser de aúpa, porque no tiene sentido del delito. Vamos, que es una inmoral, no comprende que tenemos corazoncito. Uf, cuando Iggy dice que nos vamos a sentir bien por dentro, y dice sentir, amigos, entonces se siente algo. Es pura carne, pura vida. Dicen que grabó este disco en fines de semana que le dejaban salir del sanatorio. Bueno, pues me da la impresión de que tiene un control absoluto de su voz, de su modulación, de su sinceridad.

   

«Lucky Monkeys». Jeei! Mmmmm! Este tipo sabe gemir, gritar, escupir. La voz aquí está pasada por un filtro, quizás un micrófono de armónica. Mola. Se pone interesante, suben las pulsaciones. Hay ambiente de bar. La barra ofrece buenos gin-tonics. Crescendo que no acaba de culminar, pero que da una segunda oportunidad y ofrece un final de canción potente, pero matizado (algo me dice que la versión de vinilo era más violenta: los contrapuntos de guitarra estaban mucho más presentes).

   

«Master Charge» es un instrumental. Pero esta vez mola. Ese saxo es una bendición. Sólo un pero: hace que el disco cierre un poco en falso, hace que el desequilibrio se note; no sé, no cierra con broche.

   

En fin, son 34 minutos 48 segundos, tampoco hay que darle más importancia (el rock and roll es así, pim pam, knock out). Pero me gusta.

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