martes, 3 de enero de 2012

Moris. El argentino que puso a Madrid en el mapa musical.


Barcelona era la ciudad legendaria del país en cuanto a lo cultural durante la dictadura. Todo lo brillante del panorama literario y musical sucedía en nuestra ciudad. Madrid era una capital lejana, sin mar (grave defecto), gris (como la policía franquista), caótica, llena de ministerios y militares y poco simpática. Una ciudad exenta de poesía y de atractivo para la juventud.

Moris, un rockero argentino que recaló en el foro casi por casualidad puso a Madrid en órbita en cuanto a la música moderna y, en mi opinión, fue la punta del iceberg de la que luego emergió la “movida”. Supongo que no lo pasó bien durante sus primeros tiempos. Pensiones, comidas de menú, poco dinero y añoranza. Mientras tanto, se dedicó a pasear por la ciudad y descubrir detalles y rincones hasta entonces desapercibidos y con sus canciones puso la primera piedra para que esa ciudad sustituyera a Barcelona en cuanto a lo más moderno del horizonte musical en los ochenta.

En Barcelona abundaban los grupos serios y sesudos, con músicos excepcionales que hacían la música denominada “laietana” (algunos de ellos un coñazo de tipo “cultureta” y “progre” que el tiempo puso poco a poco en el lugar que les correspondía) otros hacían música bailable y salsera y por otra parte teníamos la “nova cançó”. Vamos poco rock and roll y bastante aburrimiento salvo que a veces había que correr delante de los grises después de los conciertos. Madrid estaba entre igual y peor, algunos grupos que hacían “heavy rock”, pop convencional y aburrido y los Burning que por entonces cantaban en inglés y estaban a punto de dejarnos clavados con “Que hace una chica como tú en un sitio como éste”. Los Tequila (que tocan los instrumentos en este disco) eran un grupo para quinceañeras que en casa despreciábamos infinitamente.


El disco en vinilo ya no existe en mi discografía. Me parece que mi hermano lo vendió o cambió (como muchos otros). Como teníamos poco dinero era una manera de renovar la discografía, aunque a veces tenía como inconveniente que te arrepentías del cambio y ya no tenía remedio.  

Yo lo compré por canciones como“Rock de Europa” en la que Moris con todo el descaro declaraba que “Mucha ideología pero pocas tías”, toda una declaración de intenciones para un varón atontolinado por las hormonas como yo en esa época. También me gustaban “Sábado a la noche” y “Zapatos de gamuza azul” que, aunque sonaban a versiones de canciones clásicas de Chuck Berry, daban ganas de ponerse cazadora de cuero o vaquera, botas camperas y salir a bailar como loco (cosa que no intentaba porque se me daba francamente mal la coordinación de movimientos).  Algunas exhiben un descaro poco habitual en canciones en castellano de esa época como en “¿Qué dije?”(“Y te preguntarán. Nena te han tocado y tú contestarás. Sí, mamá en todos lados”) o “Rock del portal” (“Un chaval en un portal de la calle principal amenaza derrumbar las paredes del lugar. La chavala no está mal y parece disfrutar del empuje de nuestro campeón”.



El disco es sobresaliente en especial en sus baladas, todas ellas con referencias a la ciudad y sus calles (Bravo Murillo, Plaza Castilla, Princesa) como es el caso de “La ciudad no tiene fin”; “Tarde en el metro”; “Nocturno de princesa” y “Balada de Madrid”. Algunas de ellas las podría haber firmado (con todos los respetos) el mismo Sabina. Son canciones de persona del pueblo, de obrero, de rebelde, de hombre solitario y pobre. De tío sentado en un bar escribiendo lo que ve mientras apura un cerveza tras otra. Otra diferencia importante con los grupos de la escena catalana que de proletario no tenían ni el nombre.


“Y escribo y describo lo que voy mirando. Los Beatles ya viejos mirando a la gente. Mil flores de plástico, un disco fantástico. Y Drácula que mira a King Kong con ira y el Che Guevara gira que te gira.”


En definitiva, música creíble, del pueblo y para el pueblo, con un toque de rebeldía muy adecuado para la época y que influyó en la aparición de algunos de los grupos más importantes de la “movida madrileña” a punto de eclosionar. 



“Pero nada es perfecto y menos esta canción, pero igual te la canto, te la canto y me voy”

Ahora voy a volver a escuchar la “Balada de Madrid” que me recuerda a algunos jóvenes de mi barrio jugando a las tragaperras, a emigrantes trabajando de madrugada, a solteronas esperando todavía el amor, a resaca desesperada, a juventud perdida trabajando en una oficina, a sueños nunca cumplidos y que ya no volverán.


“Ya es muy tarde en la Gran Vía. Sin pasta no hay alegría y con pasta porquería. Mejor me voy a dormir. En Madrid despierta el día”.

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